Los técnicos responsables de la redacción del proyecto de restauración del Embarcadero del Hornillo han visitado esta mañana el emblemático monumento acompañados por la alcaldesa de Águilas, Mari Carmen Moreno; la edil de Cultura, Maido Simó; el arquitecto municipal, Javier Rollán; y los arqueólogos Juan de Dios Hernández y Ricardo Yesares. Según han explicado los ingenieros Miguel Hernández, Giusy di Pinto y Laura Serra, de la empresa adjudicataria del proyecto INES Ingenieros Consultores, esta toma de contacto física “se orienta hacia las estrategias y pautas a seguir en cuanto a su restauración y permitirá poner las bases para programar las distintas intervenciones futuras y el resultado final para su puesta en valor integral”. El arqueólogo municipal, Juan de Dios Hernández, ha añadido que “ahí radica la importancia de esta toma de contacto, donde a nivel técnico debemos consensuar criterios desde los organismos implicados, que son la Dirección General de Bienes Culturales, el Ayuntamiento de Águilas y el equipo redactor del proyecto y director de obras”.
Se prevé que las obras den comienzo este año. “Gracias a haber obtenido el 1,5% Cultural para llevar a cabo la rehabilitación del embarcadero el Hornillo, hemos podido adjudicar el proyecto a una empresa de ingeniería, que se enviará al Ministerio de Fomento para que nos lo autoricen y, en cuanto esté autorizado, procederemos a la licitación de lo que es la obra en sí de esta primera fase de restauración de este monumento tan emblemático de la localidad”, ha explicado la alcaldesa, quien ha adelantado que ya están trabajando en la solicitud de los fondos para la segunda fase de rehabilitación del Embarcadero. La idea es que las etapas se desarrollen por tramos completos, de modo que, cuando se finalicen las obras de la primera fase, ya se pueda abrir parcialmente el embarcadero a las visitas de los ciudadanos mientras se continúa trabajando en sucesivas fases.
La subvención del Gobierno Central para acometer esta obra inicial tiene una cuantía de 750.000 euros, a los que hay que añadir otra cantidad de 250.000 euros que deberá aportar el propio Ayuntamiento; un millón de euros en total para una primera fase que se desarrollará en el comienzo del Embarcadero, que es la zona más deteriorada por la erosión del mar.
El deterioro de esta obra de ingeniaría, diseñada por Gustavo Gillman e inaugurada el 18 de agosto de 1903, se debe no solo a las inclemencias del tiempo, sino también al abandono, ya que la arquitectura industrial fue durante muchos años denostada. “La arquitectura industrial nace en el siglo XIX y tiene como base fundamental el trabajo en hierro y ladrillo. Por primera vez se toma en valor lo que es el esqueleto de los edificios, o sea, la estructura base, el hierro, y no se decora. Esto en ese momento supone un escándalo, porque era poner de manifiesto la belleza en las formas más puristas a través de los materiales totalmente desnudos de cualquier ornamento. Un ejemplo es nuestro Embarcadero del Hornillo, junto con el Embarcadero del Cable Inglés que hay en Almería. Esta arquitectura del hierro fue denostada en aquel momento, pero, sin embargo, en el siglo XX y hoy en día son muchos los estudios de arquitectos e ingenieros que apuestan por la rehabilitación e incluso por la construcción de nuevos edificios con el estilo industrial, poniendo de manifiesto que no solamente la ornamentación de los edificios es lo que los hace bellos, sino que los propios elementos estructurales son ya bellos en sí”, ha explicado la edil de Cultura, Maido Simó.
Sobre el Embarcadero:
Gillman tenía como objetivo potenciar la línea férrea de Águilas-Lorca-Baza con la explotación de las minas de hierro existentes en la Sierra de Bacares. Las obras corrieron a cargo de la Great Southern of Spain Railway Company, de capital británico, que también era propietaria y constructora de la línea Lorca-Baza.
El embarcadero llegó a ser considerado como el segundo en importancia de España. Su construcción fue realizada totalmente en acero y hormigón con capacidad para albergar y suministrar a dos buques de forma simultánea. Su longitud es de 178 metros y tiene una altura de 12 metros. Estaba unido a la estación de Águilas por un puente metálico de 42 metros en cuatro tramos y con una longitud total del ramal ferroviario de 1,1 km. Asimismo, la instalación cuenta con tres túneles situados a la salida entre el puente y la plataforma que precede al embarcadero. Continuó en servicio hasta diciembre de 1970, fecha en que se produjo la última descarga de mineral en un buque.
En 2009, el Consejo de Gobierno Español lo declaró Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento, sumándose a los 5 Bienes de Interés Cultural que ya tenía la población de Águilas: el Castillo de los Chuecos, el Castillo Tébar, el Castillo-fortaleza San Juan de Águilas, el Casino y la Torre de Cope.
Fuente: Ayuntamiento de Águilas