Este fin de semana, más concretamente en la madrugada del Viernes de Dolores, nos dejaba la aguileña Francisca Albarracín Pérez. Aunque eso de dejarnos es muy relativo, porque Paca siempre permanecerá junto a nosotros en nuestros corazones.
Paca, que el próximo 25 de mayo hubiera cumplido los 89 años de edad, ha sido una persona querida y admirada por sus conciudadanos, además de ser precursora de multitud de iniciativas locales entre las que se encuentra la ofrenda floral a la patrona de Águilas. Quizá haya sido por ello, y por la devoción que Paca le profesaba a nuestra patrona, que la Virgen de los Dolores haya decidido, justo en el momento que se suponía tendría que estar recogiéndose de su tradicional procesión por las calles de Águilas, llevarse a nuestra Paca y acompañarla en su viaje hasta el reino de los cielos, donde seguro la esperaban muchos de sus seres queridos.
Una buena forma de resumir quién era Paca Albarracín Pérez es este escrito de una de sus sobrinas, Apolonia Albarracín Pérez (Popi), que textualmente pasamos a exponerles:
Ya se ha ido. Como ella era, dulce y tranquilamente, pero con fuerza y aire especial. El día de su Virgen de los Dolores, a la que tantas veces había vestido y había preparado la ofrenda de flores desde su casa. Hoy la Virgen ha venido a darle el último adiós a su puerta, en un trono particular y acorde con las circunstancias, y le ha dado las gracias por sus acciones con discreción y absoluta intimidad, para recoger juntas una procesión que no ha podido salir y en la que su querido hijo ha sido el pregonero silencioso con gran orgullo de madre. Hoy Águilas ha perdido una de esas personas, que sin ser ni política, ni artista, ni empresaria, es y será para la historia de este pueblo un referente.
Es el pilar de una casa, el pilar de una gran familia y, por qué no decirlo, uno de los pilares de un pueblo, ya que, para afirmar esto, sólo hay que echar la vista atrás a toda una vida de dedicación a los demás con un carácter absolutamente excepcional.
Nació en un hogar humilde, y fue la hermana mayor de 9 hermanos en plena guerra civil. Hija de transportistas, igual acompañaba a su padre en el camión para comprar pescado, que esperaba que vinieran los hermanos mayores de la mili para coser con esmero ropa para los pequeños de la casa con los abrigos y trajes militares. Cocinaba, bordaba y bailaba siempre con alegría, dedicaciones que no abandonó hasta sus últimos días, convirtiéndola en toda una mujer polifacética. Hizo trajes de novia a sus sobrinas, tocados, pasteles, empanadas y tartas, animó fiestas familiares bailando sin descanso, y sobre todo, siempre estaba ahí. Todo esto hizo que, al crecer la familia fuera, sin lugar a duda, nuestro referente, el de muchos hermanos, cuñados, sobrinos, primos y allegados, que hemos tenido en ella un apoyo y cariño muy especiales. Ha sido nuestra Tita Paca.
Casada con Paco García Mula formó su propia familia, que con seis hijos, 14 nietos y dos biznietas, hizo otro gran hogar, donde volvió a recrear sus grandes aficiones y los colmó de alegría, disfraces, grandes comidas en reunión y mucho, mucho cariño. Han sido sus más fieles seguidores, que la han cuidado y mimado hasta sus últimos días como ella se merecía, a la altura de la mujer que siempre ha sido. Ella ha estado orgullosa de cada uno de ellos, sin distinción. Ha sido su Mama (sí, sin tilde en la a, como su primera nieta la llamaba y como se ha quedado para el resto).
Esta entrega absoluta en su casa y su familia no quitó para que desde muy joven destacara a nivel social, no por protagonismo, sino porque ELLA brillaba sin quererlo. No había fiesta que no fuera, carnaval que no participara con muchas y originales aportaciones, procesión que no saliera, coro que no cantara, concurso que no aportara su granito de arena, agrupación que no ayudara y viaje que no se apuntara. Y así, de forma natural, era el centro de esa fiesta, el traje más alabado en carnaval, la abuela más ritmosa del desfile, la rociera que menos cantaba, pero la más vistosa, el premio de cocina del que nunca sabía la receta que había hecho, la maestra incansable de punto y costura, y la alegría de ese viaje en el que colmaba de comida y cuentos. Y así, esa mujer fue reconocida con una máscara de oro del Carnaval de Águilas, con una Medalla de Lourdes, con reconocimiento de la Semana Santa, y premios varios en muchas facetas de la vida social de un pueblo y región que nunca la podrán olvidar. Tenía sus citas obligadas durante muchos años al Rocío, a Lourdes, viajes y comidas con las Amas de casa, concurso de la Asociación de Diabetes, participación en coros, cursos de cocina, bailes, y todo lo que fuera surgiendo. Era sorprendente ver a una mujer de 80 años bailando así sevillanas y jotas. Pero, aparte de todo eso, fue BUENA, atendiendo a quien más lo necesitaba, y nadie se iba de su casa con las manos vacías. Su silla de ruedas de los últimos años no le ha impedido que siguiera con todas sus aficiones y detalles para todos los que la querían hasta hoy. Para los aguileños se ha sido “La Paca Albarracín” o “La Melocotona”.
Se puede decir que ha hecho de todo. A sus casi 89, en su último mes de vida y sin ayuda, ha escrito en secreto un libro, “Las recetas de la Paquica”, logrando así sorprender hasta a su propia familia, para dejarles su toque especial de las recetas de comidas que tantas veces compartieron en su gran mesa, y con la alegría de que la vida le ha regalado tiempo y fuerzas para dedicarle de su puño y letra a cada uno de ellos.
Hoy, el día de la Virgen de los Dolores, joven pero con el corazón envejecido de darse tanto, se ha ido. Hoy no se percibía el olor de la ofrenda floral en el peñón, ni el color de los mantones y los refajos procesionando por la colonia, quedaba sólo su recuerdo, el que nunca va a desaparecer en nuestros corazones. Ya estará con su Paco, con su madre Gregoria y con su querido padre y hermano Frasquito, y mientras, una casa, una familia y todo un pueblo lloramos con amargura su pérdida en silencio. No habrá ramos de flores, ni coronas, ni salas e iglesias repletas hasta la puerta, ni llantos hondos y sinceros, ni historias contadas por la familia, que hasta en estos momentos, con ella al mando, siempre sacaban risas y diversión. Hoy cada uno, confinados en nuestras casas, sin poder ni despedirla como se merece, lloramos su pérdida y nos sentimos alegres de haber compartido algún momento de nuestra vida con PACA.
Acompañamos a esos hijos, nietos y hermanos, que más unidos que nunca por el dolor, no pueden abrazarse ni consolarse, y que se les ha ido a todos una Madre, pero que pueden estar convencidos que les seguirá cuidando. Sólo nos queda seguir su ejemplo, y aunque es muy difícil, permanecer unidos con alegría, y continuar con todo el gran legado inmaterial que ha dejado, con gestos sencillos y profundos.
Cada luna llena de agosto, como a ti y a toda la familia nos gusta, iremos a comernos nuestro bocadillo a la playa y contar historias repetidas que, año tras año, nos siguen haciendo reír y disfrutar. Tú serás esa estrella que vemos cada año en el cielo y nos seguirás acompañando siempre.
Tita Paca, descansa en paz. Nunca te olvidaremos.
Una de tantas sobrinas que te adoran de la Familia Albarracín.