El Pleno del Ayuntamiento de Águilas aprobó anoche, por unanimidad, dar el nombre de Maestro Paco Sánchez a la sala de estudio de la Casa de la Juventud Capri.
El historiador Pedro Francisco Sánchez Albarracín, colaborador de InfoÁguilas, nos ha hecho llegar este artículo sobre la historia de Don Francisco Sánchez García.
La vocación por la docencia del maestro Don Paco Sánchez García
Nacido en Águilas, en 1919, en la calle de la Libertad. Hijo de un ferroviario, su padre quiso que tuviera una educación adecuada. Los estudios de Bachillerato los hizo en la Academia General de Enseñanza de Eduardo Fernández Luna, durante los cursos 1932-1936, donde coincidió con el odontólogo Vicente Bayona. Entre sus profesores estaba, entre otros, Agustín Muñoz. En agosto de 1936, con la Guerra Civil empezada hacía solo un mes, se matriculó de dos asignaturas que le quedaban para acabar los estudios superiores. Las aprobará en septiembre, terminando con ello la segunda enseñanza, siendo su propósito ejercer la docencia por considerar que la educación era el medio para que España prosperara. En octubre de 1936, después de haber estado voluntario en el frente, entrará como auxiliar de clase en la escuela de Rafael Martínez Cano, haciendo en mayo de 1937 la matrícula para la carrera de Magisterio que no pudo iniciar por suspenderse los estudios. Estará entonces como secretario en el hospital Militar de Águilas, desde julio 1937 hasta marzo de 1938 que ingresa en la Escuela de Artillería de Paterna.
El 19 de agosto de 1938, el mismo día que cumplía diecinueve años, le dieron el nombramiento de teniente de artillería destinado al Ejército de Andalucía en el sector de Villa del Río. El jefe del grupo artillero le pronosticó que a los treinta años sería General, pero él le expreso su deseo de que a esa edad debería de ser Maestro de Escuela. Después de rendirse su compañía, al terminar la guerra estará encarcelado durante cinco años. Precisamente, en la cárcel de Valladolid ejercerá de maestro en la escuela de la prisión, donde impartía clases a otros reclusos. Entre los requisitos para salir por libertad mediante indulto estaba saber leer y escribir, por lo que, habiendo entonces muchos analfabetos, enseñarles será su principal cometido. Los que asistían a las clases, también les valía para reducir penas.
Una vez terminada la guerra, el régimen franquista sacó una ley que anulaba los estudios efectuados en la España Republicana durante el periodo bélico, como era su caso, habiendo un plazo para revalidarlos. Le será imposible presentarse, por estar encarcelado, siéndole invalidado el bachiller de esta manera. Cuando lo excarcelaron, después de cinco años preso, su plan de estudios estaba extinguido, causa que le hacía tener que repetirlo de nuevo con el entonces vigente. Hará una instancia dirigida al ministro de Educación, el lorquino Ibáñez Martin, pidiendo que si no valían sus exámenes que le permitieran repetirlos, acreditando la documentación del tiempo en prisión. No esperando contestación, tendrá una respuesta favorable, por lo que nuevamente era bachiller por segunda vez. El problema se le presentó para poder examinarse en Lorca, ya que estando bajo libertad vigilada por haber estado preso, no podía desplazarse sin autorización a otro pueblo, arriesgándose a hacerlo de incognito. Por mediación de Francisco Lastres, hubo un arreglo con el conductor del autobús, quedándose después en su casa hasta la hora de inicio del examen, evitando así incidencias, y volviendo después a Águilas sin ser descubierto.
Después de varios años, el gobierno puso convocatorias para hacerse maestro, que era lo que siempre había querido y luchado. Para poder matricularse pedían: certificado de afecto de la falange, del ayuntamiento, la guardia civil y el de religiosidad del párroco, que no quisieron dárselos en Águilas. Para lograrlo, recurrió a su hermano que tenía un amigo alcalde en otro pueblo y así consiguió todos los papeles. Estudiando durante el verano, logró sacarse los dos cursos de Magisterio a la vez. No obstante, con sus antecedentes republicanos era difícil que pudiera ejercer. En 1959 pudo hacer la oposición por recomendación del entonces Inspector de Educación de Murcia, Juan González, quien de él dio informes favorables. El primer destino que tendrá será la Torre de Juan Abab, en Ciudad Real, donde se trasladó con sus hijos por un año. Por mediación del cura del Carmen, Francisco Martínez Zapata, le dieron en Águilas la escuela parroquial del Cementerio Viejo, donde estará unos años. Después se trasladó a la escuela parroquial de la calle Lotería, tras quedar vacante. En las clases impartía la enseñanza a alumnos de distintas edades. Hará, además, una importante labor en la preparación de banca y magisterio a nivel particular, con cientos de aguileños, teniendo una enorme reputación en esta faceta.
Francisco pasará definitivamente a las escuelas Graduadas o Nacionales, llamadas después Colegio Francisco Franco, donde estará hasta su jubilación en 1985. Entre otros compañeros tuvo a recordados profesores como: Emilio Lázaro, Mariano Campos, José María Muñoz Baldrich y Joaquín Martínez. Muchos fueron los alumnos que se beneficiaron de sus enseñanzas.
Decir, para acabar, que es uno de los grandes maestros de la época, mereciendo honrarse su memoria por haber tenido durante toda su vida una enorme vocación por la docencia, a la que pudo dedicarse pese a las adversas circunstancias históricas que le tocaron vivir y después de los múltiples obstáculos a los que tuvo que enfrentarse, lo que concede un enorme merito, siendo todo un ejemplo de vocación y dedicación a la digna profesión de maestro y constituyendo todo un referente para muchos aguileños.
No cabe duda que, al darse su nombre a la sala de estudio de la Casa de la Juventud, quedara su memoria perpetuada entre lo que más amor sentía: los libros y en lo que fue siempre su meta en la vida: la educación.