Águilas es una población que ha destacado desde el último cuarto del Siglo XIX en el ámbito literario, en sus múltiples facetas (teatro, poesía, literatura), debiendo destacarse como primer nombre representativo de la localidad al poeta y periodista José Martínez- Cabeza de Vaca Parra.
Nació el día 10 de noviembre de 1854 en la calle Jovellanos, entonces rotulada como Mazarrón. Era hijo de Antonio Martínez Cabeza de Vaca López y María Dolores Parra. El padre del poeta regentaba una barbería, habiéndose enriquecido con motivo de la compra de acciones mineras, llevando una vida acomodada y permitiendo que recibiera una educación. La primera escuela de Martínez Parra fue el Colegio de San José, fundado por el sacerdote Antonio Mulero Ángel. La admiración que sentía Martínez Parra por su profesor le llevará a intentar ingresar en el Seminario. El Bachillerato lo hará en el instituto de segunda Enseñanza de Lorca que estaba en Colegio de la Purísima Concepción. En sus años de juventud hizo varios intentos por estudiar una carrera, pero no acabó ninguna, aunque como persona autodidacta adquirirá una elevada cultura, teniendo su vocación en las letras. Marchará de casa coincidiendo con el servicio militar a Madrid para cumplir sus sueños literarios y políticos, alejándose del entorno familiar que consideraba de carácter burgués, no estando de acuerdo con este modelo de vida por su espíritu libre.
Iniciada la tercera guerra carlista (1872-1875), será partidario del pretendiente al trono Carlos María Isidro, ingresando en el ejército carlista, donde por su talento para la dialéctica lo ascendieron pronto al rango de coronel. Participará en la batalla de Camporrobles en Valencia, el 11 de marzo de 1875, de la que escribirá un relato titulado “La Tempestad y el combate”. Después, desencantado por la contienda y por su pérdida de confianza en los ideales por los que se había alistado, renunció a su cargo desertando y poniendo un aviso en la prensa que rezaba: 'Señores: se vende uniforme de Coronel Carlista.... con el coronel dentro”, lo que estará a punto de suponerle un consejo de guerra. El poeta regresará de nuevo al pueblo en 1876, ingresando como socio del Casino. Ese año publicará en la imprenta Alarcón “Por una equivocación”, comedia teatral en un acto sobre la temporada de baño en Águilas. Igualmente, compuso un poema de estilo romántico, que aparece el 23 de julio en el periódico el Ateneo Lorquino, donde nos descubre cómo era su estilo en esta etapa.
¡AY!
Llevo en e! alma un ¡ay!, que me la rompe
Y mis labios marchitos no lo exhalan,
Y vagar dejo en ellos la sonrisa,
Escarnio de la pena de mi alma.
Yo tengo el corazón hecho girones
Y un mar de hiel en sus profundes llagas;
Y no puedo verter el llanto a mares,
Porque el mundo se burla de mis lágrimas.
Y yo quiero gemir; porque es tan grande
El torcedor, que mi existencia amarga,
Como anchuroso y grande es el espacio,
Que nuestra mente á concebir no alcanza.
Tan grande es mi dolor, que el iracundo
Vendaval, que estremece la montaña,
Es la brisa marina que sonríe.
Si al que ruge en mi pecho se compara.
Tan grande es mi dolor, que del Vesubio
La hoguera eterna de candente lava,
Es nieve comparada con el fuego.
Que hierve abrasador en mis entrañas.
¡Y llevo un ¡ay! que el corazón me rompe
Y mis labios marchitos no lo exhalan!
¡Y anhelo derramar el llanto á mares,
Pero el mundo se burla De mis lágrimas!!....
Marchará de nuevo a Madrid en 1877, donde comenzará a trabajar por sus cualidades y talento como redactor en “La Correspondencia de España”, el periódico más prestigioso de la época. Entrará en las tertulias literarias, codeándose con escritores ochocentistas como Manuel Paso, Enrique de Mesa y Joaquín Dicenta, llevando una vida bohemia. Esto le hará crecer intelectualmente como autor, pero también le adentrará en el mundo de la bebida que tanta amargura le causará en su vida. Otro de los escritores con los que hará amistad será Gaspar Núñez de Arce, quien le dedicará su obra “El Vértigo” en 1879.
Entre los años 1879-1881 será enviado como corresponsal a Manila. Después de este periodo, Martínez Parra regresa a Águilas un breve tiempo, donde escribirá un poema para Milagros Garriga en un álbum familiar, en diciembre de 1881. De nuevo en Madrid, colaborará con la revista “La Ilustración Católica” durante los años 1882-1883, realizando también una pequeña colaboración en septiembre de 1885 redactando un total de dieciséis trabajos, dedicando uno al presbítero Antonio Mulero “Esperanza: Historia de un Ángel”, en junio de 1883. En septiembre de 1882 contrae matrimonio con María Asunción Lozano Andrés, natural de Teruel.
Volverá a su tierra, instalándose esta vez en Lorca donde dirigiría, entre 1884-1885, “El Diario de Lorca” del que será propietario hasta 1886. En este denunciará las obras del puerto por los padecimientos de los vecinos de la calle Triana por donde pasaban las vagonetas procedentes de la cantera de la Pedrera en el puerto de Poniente. El alcalde, por entonces, era el liberal Enrique Parra Fernandez-Ossorio, amigo al que había dedicado nueve años antes su obra “Por una equivocación”. Las denuncias provocaron que fuera destituido por el Gobernador de Murcia.
Una vez desaparecido este diario establece su residencia en Águilas. No encontrará su acomodo aquí. El carácter vehemente de su persona hará que en 1889 se rete en duelo por un incidente donde se sentirá deshonrado. Desde 1891 será participe de los dividiendo de los bienes de la familia, recibiendo acciones mineras. El poeta empezará entonces a ser conocido por sus escritos satíricos de naturaleza política que no resultaban indiferentes.
El Diario de Avisos 14/8/1891
Dejo para otra carta, hablarte un poco de política local; pero no quiero despedirme en esta sin repetir un soneto que corre por ahí, de boca en boca, y que aseguran es de un antiguo conocido nuestro. Periodista él.
Se trata, del nuevo Ayuntamiento que le ha cabido en suerte a esta tan pequeña como hermosa villa, y... dice así:
Contubernio infernal, de letanía
De blasfemia y burdel se ha consumado,
Y estupefacto el pueblo y admirado
Ve esta unión de taberna y cofradía.
De hoy mas, irán en plácida parroquia
Del brazo la custodia y el pecado;
Y el alcalde, ejerciendo de mitrado
Oficiará en olor de sacristía.
La ley municipal, en los misales
Buscará, en adelante, el secretario
Que la buscó hasta ayer entre curiales:
Se asistirá á sesión con breviario.
Y por sello usarán los concejales
Un violín, un violón y un Incensario
Las discrepancias con motivo de la parte que le correspondía de los beneficios mineros harán que de nuevo vuelva al periodismo, partiendo como corresponsal a las Antillas, a las guerras coloniales. En 1896 estará en Cuba, donde se moverá en los círculos intelectuales, publicando en la prensa de la isla. Después marchó a Filipinas, en 1898, como enviado del periódico barcelonés la Vanguardia. Estando en Manila, efectuará una importante campaña literaria, recibiendo un homenaje de los centros culturales de la capital. Durante su estancia en la isla, se acentuará su adicción a la bebida, minándole la salud. El poeta volverá poco antes de la independencia filipina a la Península. Derrotado, física y moralmente, buscará refugio en Águilas, donde vivirá una oscura y amarga existencia. Hará acerca de su estado un soneto con una inmortal autosemblanza descarnada sobre la realidad que estaba atravesando.
Sin fe, sin religión, ni ley, ni freno
que pueda contenerme en mi carrera,
mi vida es una eterna borrachera
sin buena acción ni pensamiento bueno.
Quiero ser medicina y soy veneno;
y a semejanza fiel de la palmera,
llevo en el cielo azul la caballera
y los pies del vicio en el cieno.
A nada estable nunca me acomodo;
no escribo cuando escribo, sino exhalo
mares de hiel, de lágrimas y de lodo.
Y si fuera valiente como malo
dijera con razón el mundo entero
que otros mejores han subido al palo.
El doctor Eladio Calero le someterá a un tratamiento de estricnina para rehabilitarlo que tendrá resultado. Publicará, en colaboración con Francisco Martí Lloret, el Grito del Pueblo (1899-1905), de carácter bisemanal, anunciado con el encabezamiento “Periódico sin Rey, ni Roque, ni alcalde que lo excomulgue”. Se editaba en Lorca, en la imprenta propiedad de su amigo Juan García de las Bayonas, porque en Águilas ninguna quería hacerlo. Los ingresos del periódico y una herencia familiar le dieron una cierta estabilidad que no mantendrá por mucho tiempo. En 1904 colaborará con dos artículos en la Correspondencia de España, los días 12 y el 14 de junio, titulados “Una monstruosidad. La isla del Fraile” primera y segunda parte, respectivamente. En ellos, el poeta denunciaba la venta del islote del Fraile por parte del Estado a un súbdito inglés “por mucho menos que el bíblico plato de lentejas” señalando las consecuencias que este hecho podría tener considerándose como un nuevo Gibraltar, llegando incluso a ser abordado en el consejo de ministros.
Habiendo recaído de nuevo en la bebida, por los problemas económicos que padecía, subsistirá de la caridad de familias acomodadas del pueblo, entre los que se encontraban Juan Giménez Garriga y Eladio Calero. Entonces escribirá, resentido con todos, su obra más importante; la colección de sonetos fisonómico-morales “Los hombres de Águilas y Lorca: Galería de Cadáveres Vivientes”, junto con su amigo Juan García de las Bayonas, editada en diciembre de 1905, impresa en la tipografía El Grito del Pueblo. Estos sonetos de Martínez Parra se titulaban “Cien hombres por dos reales”, realizando una serie de semblanzas mediante sonetos de prohombres aguileños a los que satirizaba con un sentido del humor punzante, retratándoles de manera maestra, ridiculizando sus defectos y virtudes. En el fondo, lo que el poeta criticaba eran las deficiencias en los elementos sociales y cargos oficiales de la población a manera de denuncia, por la incapacidad que encontraba en sus actuaciones, lo mismo que hacía en los artículos que publicaba en prensa. No se librarán de su pluma ni los que le asistían en los momentos de dificultad que estaba atravesando. Martínez Parra no verá finalizado su trabajo. Morirá el 2 de mayo de 1905, después de sufrir una parálisis por una apoplejía derivada del abuso del alcohol.
El legado del poeta lo mantendrá Francisco Martí Lloret, quien dará una conferencia sobre la figura del poeta en la” Casa Regional de Murcia y Albacete” de Barcelona, el 19 de mayo de 1934. La buena acogida que recibió hizo que la directiva de la entidad enviara un escrito al ayuntamiento de Águilas, felicitándole por tener este ilustre hijo, ofreciéndose a colaborar en la realización de cualquier homenaje que hubiera en su memoria. Un grupo de aficionados a la literatura, entre ellos Juan Navarro García y Antonio Sánchez Cáceres, se hicieron eco de la petición creándose una comisión con la intención de darle un nombre a una calle de la localidad y poner un busto en los jardines de la Glorieta. El entonces alcalde, Desiderio Carmona, los respaldará, siendo designada la antigua calle del Arenal como poeta Martínez Parra, celebrándose la inauguración con la presencia de la banda de música, el 5 de mayo de 1935, con asistencia de las autoridades locales, acudiendo numeroso público. De esta manera quedaba recordado para la posteridad uno de los principales nombres de la literatura que ha dado Águilas.