17/06/2016

El mito del “Tío Saín”: La realidad de la historia del hombre del saco en Águilas

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“Para remediar amores y para querer bien. Tenía huesos de corazón de ciervo, lengua de víbora, cabezas de codornices, sesos de asno, tela de caballo, mantillo de niño, haba morisca, guija marina, soga de ahorcado, flor de yedra, espina  de erizo, pie de tejon, granos de helecho, la piedra del nido del águila y otras mil cosas”

                                                     La Celestina

El Tío Saín es la adaptación local del conocido mito del sacamantecas u hombre del saco, que aparece representado en el folclore infantil por toda la península. Durante generaciones se contó esta historia para amedrentar a los niños traviesos, advirtiendo que, por desobedientes, vendría a llevárselos en su saco si continuaban portándose mal o si no se tomaban la comida o no querian irse a la cama a dormir, añadiendo que los abandonaría en un sitio oscuro después de beberse su sangre. También era usado para que volvieran a casa pronto sin que se hiciera de noche. Se trata de un personaje descrito en la zona de Águilas, aunque está representado también en otros lugares de la comunidad como en Lorca, Murcia o  Cartagena.

Los relatos recogidos en Lorca sitúan a este “asusta niños” viviendo en la sierra de Almenara en  una choza solitaria. La creencia popular estipula que era una persona real que vestía siempre de campesino con un viejo sombrero negro. Aquellos que manifestaban verlo, decían que este era un anciano de aspecto siniestro, con la mirada torva, que andaba siempre distante como abstraído, transitando sendas apartadas, evitando a las personas llevando un intrigante saco en su espalda. Las fuentes también relatan que hasta hace poco podía verse su siniestra estampa evitada por el resto del vecindario por las connotaciones negativas que arrastraba. Lo que parece ser es que era en realidad un contrabandista que actuó durante la postguerra al que se identificó con esta historia para atemorizar a los niños. En Murcia ocurrió algo parecido pero, en este caso, lo que se hizo fue asimilarlo con un trapero que recogía ropa vieja por las casas.

Por otro lado, en nuestra localidad los vecinos del cabezo del molino cuando los niños no eran obedientes, los padres avisaban a un hombre que no era de este barrio que se vestía con ropa vieja y se ponía un sombrero negro, que se acercaba por las casas, preguntando por los niños que habían diciendo que iba a llevárselos en su saco. Del temor que infundaba vemos incluso una curiosa noticia aparecida en prensa.

Diario de Murcia 23/2/1889

“Ha desaparecido el infundado temor de que haya llegado a esta ciudad algún destripador o “Tío del saín”; temor que aunque lo ha habido efectivamente, entre alguna muy poca gente sencilla, no ha sido tanto como suponen algunos periódicos de fuera de esta ciudad”.

Tiene que añadirse como coloquialmente ha quedado la expresión de “eres un Saín” aplicada para reprobar cuando las personas tienen un comportamiento mísero o ruin.

Hablando el diario de Murcia el 22 de Julio de 1892 sobre la posibilidad de que en Águilas funcionaran en verano tres ruletas señala “tres ruletas sacan hasta el Saín”. Este mito presenta unas características que apreciamos en otros personajes como son el “Tío Garrampa” de Albacete, el “Hombre del Unto” del Bierzo, el “Compraniños” de Lérida, el “Cortasebos” de Extremadura, el “Tío Camuñas” de Salamanca, el “Tío del Sebo” en la Vega baja de Alicante, o los “Mantequeros” andaluces que remiten siempre a inquietantes historias de supuestos secuestros ocurridos a niños indefensos.

Aunque pudieran parecer estos relatos como falsos se sustentaban sobre una base real de personas que asesinaban para robar la grasa humana y traficar para hacer ungüentos que se creían que resultaban eficaces para curar la temible tuberculosis.

Esta afección tiene su apogeo en Europa a finales del siglo XVIII y durante el XIX como reflejo de las condiciones sanitarias y sociales en que se encuentra inmerso el continente (Revolución Industrial, condiciones laborales, hacinamientos, guerras).

Había familias adineradas que estaban dispuesta a contratar gente sin escrúpulos para que realizaran esta tarea como ultimo recurso para curarse de sus dolencias. Incluso llega a decir Julia Carabanchel Bajo que Alfonso XII pago sus servicios para curarse de la tuberculosis, una enfermedad de la que no pudo recuperarse. Muchas ocasiones se vinculaban estos casos con la presencia de carromatos o de coches de color negro por la zona advirtiéndose que no debían nunca acercarse ratificándonos este miedo en Águilas el psicólogo Lorenzo Hernández Pallares.

La creencia de la época estipulaba que era posible sanar con la ingesta de sangre humana caliente, sangre fresca de niño, y la colocación de las entrañas infantiles a modo de cataplasma sobre el cuerpo del enfermo. Este remedio aparece citado en los tratados de hechicería que los curanderos empleaban desde la Edad Media como describe “La Celestina” al enumerar como ingrediente “mantillo de niño” usado como bálsamo para solucionar los problemas que acarreaban el desamor. Igualmente aparece este ingrediente en el clásico tratado medicinal de Valduan y Maldonado editado en el entonces cabildo Peruano a principios del Siglo XIX. Derivaba esta idea de la medicina medieval que consideró a ciertas acepciones como un mal originado en la sangre corrompida por humedad o un aire insano necesitando renovarla para reponerse. Un método para regenerarla era beberla.

Dicha posibilidad parece que no resultaba infame cuando leemos en el Diario de  Murcia “Un curandero de la huerta receta una medicina nueva, que es beber una  libra de sangre propia, extraída de una sangría hecha ex profeso. Se nos asegura  que de esto tiene conocimiento uno de nuestro sangradores”. Julio Caro Baroja apunta que esta sustancia humana se usaba en los Akelarres de las famosas brujas de Zumalarregui como parte fundamental de los rituales. Se trata de un recetario siniestro anclado en ideas oscurantistas que perduro hasta mediados del siglo XX, una medicina de una España negra y ancestral, que incluso recurría al crimen, produciéndonos pavor y asombro a las generaciones presentes.

El caso de Juan Díaz de Garayo es el precedente de estos relatos, este Labrador sembró el terror en la llanura Alavesa durante la segunda mitad del siglo XIX. Entre 1870 y 1879, mato a seis mujeres y las avisceró despiadadamente, siendo este el nacimiento, del mito del “sacamantecas”. Durante el juicio que termino con la condena a muerte para el acusado, se discutió desde la medicina forense si su inclinación, podría estas causada por sus rasgos primarios o por padecer de daltonismo y ser zurdo puesto que en esa época, se consideraban paradigmas proclives para un criminal. Este se defendió afirmando que era el demonio quien le dominaba. Como anécdota apuntamos, que su captura, se logró por una niña que al verlo imagino que alguien con ese horrendo rostro, debía de ser el “sacamantecas” que tenía aterrorizadas aquellas tierras y grito asustada. La gente pensó que había intentado algún abuso sobre la niña, actuando entonces la autoridad que lo trasladara al cuartel, donde Díaz de Garayo, se derrumba y confiesa.

El crimen de Gador (Almería) es representativo para mostrarnos como desde la superstición de la sociedad podían ocurrir estas prácticas. Este se produce cuando a  mediados de Junio de 1910, Francisco Ortega Rodríguez “El Moruno” es diagnosticado de tuberculosis. Agricultor, de mentalidad arcaica, recurre a una curandera Agustina Rodríguez, para solucionarle la disnea, quien al ver su caso le propondrá consultar al barbero Francisco Leona. Una vez reunido, le revelan un macabro remedio que este asume, consistente en asesinar a un niño acordando un precio de 3000 reales. Después de resultar infructuoso el ofrecer dinero a algún campesino, Agustina propone a su hijo Julio Jiménez conocido como “El Tonto” para colaborar, que aceptó por un precio módico de cincuenta pesetas, que su madre le promete, para comprarse una escopeta. La tarde del 28 de Junio se perpetró la criminal acción. Acompañado de Julio “El Tonto” saldrá Francisco Leona, para localizar su victima, esta fue el niño Bernardo González, de siete años, ocupado cogiendo higos. Julio se acercó y lo distrajo, mientras por detrás Francisco le tapó la boca con un pañuelo que impregna en cloroformo y lo mete en un saco, para llevarlo al aislado cortijo de San Patricio, donde Agustina había preparado el ritual. Este consistió en abrir el costado a Bernardo con una navaja para desangrarlo. La sangre sería recogida en una olla para que Francisco “El Moruno” bebiera. Luego Leona abrió el vientre del pequeño para sacarle las vísceras que se envuelven dentro de un pañuelo para colocarlas sobre el pecho atadas. Siguiendo la indicación  del sanador, Francisco se fue a casa para sudar con su apósito. Una vez acaba el atroz infanticidio intentan deshacerse del cuerpo en un lugar apartado para ocultarlo. Los encargados volverán a ser Francisco Leona y Julio “El Tonto” que aplastan con una  piedra el cadáver. Cuando se hace el reparto de dinero Leona intenta engañar a su secuaz que para vengarse se dirige a la autoridad para informar del hallazgo de un cuerpo mientras perseguía perdices. Hasta el lugar se personó la Guardia Civil que había recibido la denuncia por parte de la familia de la desaparición de Bernardo. Al localizarse este cadáver, las pruebas incriminan a Francisco Leona conocido por practicar rituales como curandero, acrecentando las sospechas, por las declaraciones de un vecino a los investigadores del caso relatando que Julio le había contado como había presenciado escondido en unos matorrales como Leona cometía el asesinato. La conmoción del pueblo tras conocer la noticia fue en aumento, la policía detiene a los dos como sospechosos para interrogarlos en Almería. Durante el recorrido, tuvieron que ser escoltados, interviniendo incluso la autoridad para evitar que los vecinos les agredieran. Al principio ambos negaran las acusaciones que se les imputan pero terminaran confesando. Al sumario se añadirán mas nombres siendo la sentencia final de condena a muerte para Francisco Leona “El Barbero”, Agustina Rodríguez “La Curandera”, Julio Hernández “El Tonto” y Francisco Ortega “El Moruno” como responsables. La repercusión mediática que tendrá la historia hará llegar periodistas desde toda Europa para cubrir el proceso, informando cada sesión con intensidad. Iniciaba este suceso la historia del hombre del saco que por su cercanía a nuestra localidad sería conocida usándose para relatarla a niños díscolos.

Estos procedimientos debían ser usuales apareciendo descritos en episodios como el “estripador “de Avilés donde tras acompañar a Ramón Cuervo para indicarle una dirección apareció muerto el niño Manuel Torres presentando dos heridas en el cuello que mostraban le habían bebido la sangre. Todo se debió a que Ramón, que había emigrado a Cuba, contrae tuberculosis. Allí consulta un santero que le indico como regenerarse. Una vez que regresa se precipita la acción en Abril de 1917 cuando desde la medicina lo desahucian.

Dada la indignación de la población la prensa local pedirá pena de muerte. También en nuestra provincia acontecerá un caso similar aunque no tendrá un desenlace trágico. Este incidente ocurrió en Cartagena siendo calificado en la prensa como “El autentico Tío del Saín” o “ los bebedores de sangre” conmocionando a la ciudad. Estando en el muelle el niño Pepe García un individuo le propuso dos reales por hacer un recado. Cuando andaban por un lugar apartado le golpeo en la cabeza para aturdirle, entonces saco un cuchillo cortándole un trozo de carne de la pierna derecha, empezando a chuparle la sangre, para después morderle, teniendo la suerte el niño que cuando acabo la acción se marcho. Una vez recuperado Pepe regresara a casa encontrando a un militar en el camino al que relato todo lo sucedido quien le aplico las primeras curas y le acompañara hasta la policía. Puede apreciarse una continuidad de estos percances por producirse este en 1924. Algunos investigadores señalan que estos pervivieron hasta la posguerra como ratifica Salvador Ortega antiguo director de homicidios en Sevilla.

Descubrimos con la llamada vampira de Barcelona como incluso había un tráfico destinado a altas esferas. La inductora resulto ser una conocida por la policía Enriqueta Martí con antecedentes por prostitución infantil, quien secuestraba y asesinaba a niños para extraer la sangre, la grasa y el tuétano para elaborar pócimas. Corría en Barcelona el rumor sobre la desaparición de niños que las autoridades desmentían. Todo quedo demostrado cuando la prensa publico la imagen de Teresa Guitart, después de dos semanas de angustiada búsqueda. La ciudad había permanecido aquel mes de Febrero   de 1912 preocupada por el paradero de la niña. Después de recibirse avisó de que una vecina había visto en la casa de Enriqueta una niña que desde la ventana reclamaba su atención, se persono la autoridad. La sorpresa se consumó cuando se hizo el registro descubriendo en un saco una treintena de huesos de niños que habían sido descarnados y una habitación cerrada donde habían medio centenar de frascos rellenos de sangre coagulada, de grasas y otras sustancias. Tras su detención, se registraron los domicilios anteriores de Enriqueta con el resultado aterrador de nuevos hallazgos. Cuando se comprobó la decoración lujosa de algunas estancias de la casa no podía obviarse que detrás de sus aberrantes crímenes tenía que haber personas con recursos económicos para cubrir estas necesidades. Incluso se habló de una libreta con nombres importantes que no trascendió. Nada pudo aclararse por fallecer en la cárcel tras ser linchada por otras presas. La existencia de este mercado se confirma con el crimen del Palacete de Málaga donde Manolo Sánchez aparece desangrado con un corte desde el cuello a la columna tras acompañar a un hombre a hacer un recado. Pudo descubrirse cuando meses después en una venta dos hombres comentaron que un niño que pasaba era parecido al que habían matado. La dueña que escuchó aviso a la guardia descubriéndose al interrogarlos que todo había sido un encargo de una persona acaudalada con tuberculosis desconocida. No solo se empleara con este cometido médico. Julio Caro Baroja apunta que esta sustancia humana se usaba en los Akelarres de las famosas brujas de Zumalarregui como parte fundamental de los rituales.

También hablar del caso Manuel Romasanta “El hombre lobo” gallego acusado de matar a trece personas, usando sus manos y sus dientes. Extraía el unto para hacer jabones que después vendía. Decía que todo era por una maldición de una bruja que le hacía convertirse en lobo con luna llena Seria encarcelado en 1859 siendo considerado como un enfermo mental muriendo en un sanatorio. El desarrollo industrial también repercutirá en este tipo de prácticas horrendas. La introducción del ferrocarril y de maquinaria pesada requería usar un lubricante diferente que fuera mas deslizante que se sospechaba procedía de la grasa humana Cataluña donde habrá una rápida implantación industrial será escenario de rumores de secuestros de niños usados para engrasar la maquinaria. Incluso esto motivo en Barcelona una rebelión de las madres contra los trenes al denunciar que se habían producido algunas desapariciones derivadas de su instalación. Resulta curioso que en nuestro pueblo algunos testimonios nos trasmiten que esto también pasaba aquí habiendo comentarios de desapariciones de niños cuando se instaló el ferrocarril.

Aunque pueda causarnos sorpresa esta cuestión ya es abordada en nuestra región por el viajero Samuel Cox en su obra de 1869 “ Búsqueda de los rayos de sol invernales en la Riviera, Córcega, Argelia, y España” cuando nos comenta:

“He leído en el “Times”, un articulo escrito por un abogado ingles que estando cerca de Murcia, atendiendo a unos asuntos de litigio, fue capturado y casi ajusticiado por un grupo de numerosos campesinos. Según su versión de los hechos fue tomado erróneamente por un secuestrador de niños; y el aseguraba que la razón de este linchamiento obedecía a la creencia generalizada entre la  gente corriente, de que los niños eran secuestrados para sacarles las tripas, las  cuales serian utilizadas para engrasar la líneas telefónicas”.

Los datos aportados aportan evidencias que demuestran la veracidad de unas historias que quedaron dentro del sustrato cultural del pueblo difundidas en romances de ciego.

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