Hay crisis que se ven venir. Otras estallan como una olla a presión y nos dejan a todos sorprendidos... y doloridos.
El pasado fin de semana el PSOE protagonizó uno de los espectáculos más lamentables que se han visto en muchos años. Es muy posible que el sábado 1 de octubre de 2016 esté llamado a ocupar las páginas de los libros de Historia, quizás con algún apodo de ésos a los que tan aficionados somos los españoles.
No tengo que recordarle a nadie lo que pasó en la sede central del Partido Socialista. Dos bandos irreconciliables, puestos de manifiesto tras la dimisión de la mitad de la Ejecutiva presidida por Pedro Sánchez, pocos días después de unas declaraciones del histórico Felipe González en contra de su secretario general, y de un editorial del diario El País con párrafos insultantes, con el que ese periódico dio una vuelta de tuerca más en lo que parece un dilatado divorcio con la objetividad y la moderación.
La reunión del Comité Federal del PSOE comenzó a primera hora de la mañana; los decenas de periodistas que trataban de cubrir la información tuvieron que quedarse fuera. Una apuesta por la no transparencia que se había visto venir la jornada anterior, cuando Sánchez hizo una comparecencia en la que no aceptó preguntas. No una rueda de prensa -que se llama "rueda" porque las preguntas, las respuestas y las contrapreguntas van rodando de uno a otro participante- sino un recital; en la misma línea que esas declaraciones a través de una pantalla de plasma que el PSOE le ha echado en cara, con razón, a Mariano Rajoy.
Los periodistas, claro, no se limitaron a quedarse de brazos cruzados; ni siquiera cuando una inmobiliaria de la zona -en este país no damos puntada sin hilo- preparó una paella inmensa para la canallesca. Un maestro del Periodismo como Ernesto Ekaizer logró informarnos al minuto a través de su cuenta de Twitter, alimentada por algo que es esencial para un periodista: de sus fuentes. El Periodismo es uno de los escasos oficios donde tener experiencia te puede dejar fuera de juego. No nos imaginaríamos un bar que pidiera "un camarero sin la menor experiencia", o un supermercado que ofreciese un puesto para "un carnicero sin experiencia"; pero muchas ofertas de empleo en el Periodismo suelen destacar que van dirigidas "a recién licenciados". Eso, cuando no hablan de "colaboraciones no remuneradas" -me voy a ir al Mercadona a pedir "un paquete de carne no remunerado", o le voy a decir al taxista que me haga "un viaje no remunerado", a ver qué pasa.
Gracias a los periodistas, digo, durante todo el sábado tuvimos información para ir flipándolo poco a poco. La asamblea tuvo que retrasarse varias horas porque no se sabía de qué se iba a hablar, ni quién tenía derecho a ello. En el exterior de Ferraz, cientos de militantes y algún espontáneo prorrumpían en gritos de indignación: los unos, hacia un Pedro Sánchez que a su juicio no quería soltar la poltrona; los otros, hacia una Susana Díaz a la que acusaban de golpista, con estas mismas palabras.
A mí, toda esta situación me recordó -por haberlo leído- a los tiempos de la Segunda República. En los años treinta, el líder socialista Indalecio Prieto solía ir a los mítines escoltado por un grupo de camaradas que se hacían llamar "la Motorizada", que le defendían a tiros de los posibles disparos... que pudieran provenir del grupo de Francisco Largo Caballero, su rival en la dirección del PSOE.
Y es que -a ver si os suena de algo-, "don Inda", como le llamaban, pertenecía a un sector moderado del socialismo, enemigo de los nacionalismos vasco y catalán, que en aquella época estaba haciendo de las suyas con presidentes independentistas como Francesc Macià y Lluís Companys... mientras que Largo Caballero, al que apodaban "el Lenin español", representaba a los socialistas más revolucionarios, enemigos a muerte de la burguesía y muy próximos a un pequeño partido de masas, muy activo, que era el Partido Comunista de España.
El pasado sábado, esa dualidad entre prietistas y caballeristas volvió a ponerse de manifiesto: los pedristas, partidarios de mantener su voto negativo a Rajoy y buscar alianzas con vascos, catalanes e izquierda exaltada, fueron derrotados por los susanistas, más proclives a tolerar un Gobierno de derechas que a vincularse a la periferia geográfica e ideológica del país.
Con el paso de las horas, la situación en Ferraz fue acercándose al esperpento. Afortunadamente no hubo tiros, pero sí malas palabras, acusaciones de todo tipo, amenazas -Pepe Blanco- de que todo aquello iba a acabar en los juzgados e incluso las lágrimas de Susana Díaz. Los pedristas quisieron que se votara si celebraban ya un Congreso Federal Extraordinario para renovar los cargos y debatir en profundidad del futuro del PSOE; los susanistas dijeron que tal vez, pero que el voto no iba a ser secreto sino a mano alzada; los otros dijeron que nanay, que a mano alzada había mucho susanista con miedo; los susanistas reaccionaron recogiendo firmas para presentar allí mismo una moción de censura contra Pedro y el resto de su Ejecutiva; entonces vino la pelea para ver quiénes estaban legitimados para firmar esa moción... y para ver si se podía presentar en ese mismo momento, o más adelante, o cuándo pijo. Entonces Pedro Sánchez dijo que de acuerdo, que votasen sobre el Congreso a mano alzada, como quería Susana, y advirtió de que si su propuesta salía rechazada él dimitiría.
Como todos sabemos, la propuesta de hacer cuanto antes un Congreso Extraordinario fue rechazada, por una veintena de votos, y Pedro Sánchez dimitió, dejando el PSOE a cargo de una Comisión Gestora presidida por el líder asturiano Javier Fernández.
El drama tuvo su colofón de manera grotesca, con ese tinte berlanguiano que tan bien nos define, cuando los usuarios de varias páginas web -por ejemplo Forocoches, ese auténtico mentidero virtual donde se habla de todo y en cualquier tono- empezaron a encargar por Internet pizzas y más pizzas de jalapeños en nombre de los atrincherados en la calle Ferraz. La imagen de los pizzeros llegando a la sede socialista con las pizzas pedidas por burla, rodeados de gente que les gritaba que se las dieran de veneno, transmite nuestro perfil psicológico colectivo mucho mejor que los libros del mejor cronista.
El PSOE se hunde, decían algunos. Sin embargo, si buceamos en la hemeroteca, el navajeo del sábado nos recuerda a otros dos momentos convulsos del PSOE:
En primer lugar, el Congreso de Suresnes (1974), celebrado en el exilio de París, donde la vieja guardia dirigida por Rodolfo Llopis (diputado en las tres legislaturas republicanas, y Jefe de Gobierno de la República en el exilio en 1947) vio cómo llegaban al poder los jóvenes andaluces (Felipe González, Alfonso Guerra, Luis Yáñez), madrileños (Javier y Luis Solana, Joaquín Leguina) y algunos vascos (Joaquín Almunia, Txiki Benegas).
Aquello fue más allá del relevo generacional; los jóvenes se alejaron de las posturas derivadas de la Guerra Civil, apostaron por una reconciliación nacional, por menos radicalismo... y el PSOE se dividió: las siglas quedaron en manos de los jóvenes y Llopis fundó el PSOE Histórico, que más adelante fue el Pasoc, confundador en su día de Izquierda Unida.
En segundo lugar, la dimisión de Felipe González como secretario general. Tras las elecciones generales de 1979, Felipe se dio cuenta de que mucha gente no les iba a votar jamás porque seguían siendo sobre el papel un partido marxista; así que les planteó un órdago: si queréis un partido marxista, no contéis conmigo. De manera que en el mes de mayo dimitió y dejó el partido en manos de una gestora presidida por José Federico de Carvajal (futuro presidente del Senado), hasta que varios meses más tarde los socialistas decidieron reformar su programa, eliminar el marxismo de sus referencias y volver a contar con un González pragmático y centrista, que en 1982 les iba a llevar a la victoria más lapidaria en unas elecciones generales.
Lo que pasó entonces ha vuelto a pasar. Un partido que se dice socialista y obrero, con muchos millones de votantes que, sin duda, son socialistas y obreros... pero presa del marco económico que hemos decidido darnos. El mismo Felipe que había dicho "OTAN, de entrada NO" acabó ratificando nuestra presencia en la Alianza Atlántica... con el voto, no lo olvidemos, de millones de españoles. Luego vinieron el Tratado de Maastricht y la tan cacareada "Constitución Europea", votada en referéndum por millones de españoles -sólo defendieron el NO los comunistas, los falangistas y los batasunos, aunque por diferentes razones-. Y, por último, esa reforma del artículo 135 de nuestra Constitución que dice, grosso modo, que nuestros presupuestos deberán darle prioridad al equilibrio de la deuda.
Amigos; con estas reglas estamos jugando. Le hemos dicho SÍ a la OTAN, sí a entrar en la Unión Europea, sí a la primacía de la deuda... y ahora, a la hora de formar un nuevo Gobierno, o de permitir que alguien gobierne, la postura de Sánchez suponía un bloqueo importante. La UE nos está exigiendo que presentemos ya unos presupuestos, los independentistas están tratando de aprobar una serie de leyes autonómicas tan ilegales como descabelladas que requieren una respuesta fuerte, la gente se está hartando de tener unos ministros, unos parlamentarios que cobran por estar en funciones... y los poderes fácticos de hoy, como son las grandes empresas -incluyendo las grandes empresas que poseen periódicos- han presionado. Y lo han conseguido.
Mariano Rajoy tiene ahora dos opciones: dejar que corran los plazos sin presentar candidatura y provocar unas terceras elecciones -a las que el voto del PSOE irá dividido-... o presentar su candidatura, a ver si esta vez logra el triunfo. Para eso le hacen falta once abstenciones, entre los ochenta y pico diputados socialistas. Unos diputados que con Sánchez iban a decirle que no, pero que ahora podrán abstenerse sin que haya mayor revuelo entre sus filas.
Esto es lo que ha pasado con el PSOE. De nuevo han perdido los de Llopis, los del marxismo en el programa, los del sí a Unidos Podemos. El otro día algunas voces agoreras decían que era el final del partido sesquicentenario -cientocincuenteavo, diríamos hoy en día, y diríamos mal-; yo os recuerdo que los socialistas han toreado en peores plazas.
Afortunadamente, hace falta algo más que una jornada cainita para acabar con ellos. Y digo "por fortuna" porque, se les haya votado o no -y yo no lo he hecho en la vida-, el PSOE tiene un papel muy important aglutinando a estas personas que no son de derechas, que son liberales en la vida privada, favorables a un colchón social importante, sensibles a las particularidades culturales de España... pero que no se plantean cambios radicales en el sistema. Son los herederos de Sagasta, la gente adelantada pero de orden que ocupa la mayor parte de la trinchera izquierda de este territorio hermoso, entrañable, cainita y grandioso que se llama España.
La reunión fratricida que le dio la puntilla a Adolfo Suárez y a la UCD recibió el nombre de "la Casa de la Pradera"; los fundadores de Alianza Popular, con Manuel Fraga a la cabeza, fueron denominados "Los Siete Magníficos"... a mí me gustaría saber quién será el cinéfilo ingenioso que le dará nombre a esta jornada de 2016 en la que un giro político del PSOE ha dejado escrito, una vez más, el futuro próximo de España.
@antoniombeltran