21/09/2016

TEORÍA DE LAS VENTANAS ROTAS

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Voy a presentar una teoría que ha llegado a desembocar finalmente en planes tan famosos como el de Tolerancia Cero de Nueva York instaurado en los años 90 por el famoso alcalde Rudolph Giulani. En 1969 el psicólogo social Philip Zimbardo realizó un curioso experimento que derivó en la llamada “Teoría de las ventanas rotas”. Este experimento consistió en abandonar dos vehículos en dos barrios de diferente estatus social. Por un lado el barrio del Bronx en Nueva York, barrio especialmente conflictivo, y por otro lado en un barrio rico de la ciudad de Palo Alto, en California. Ambos vehículos fueron dejados con las matrículas arrancadas y con las puertas abiertas.

En el caso del primer barrio, el Bronx, a las pocas horas el vehículo empezó a ser desvalijado, y al tercer día no quedaba nada de valor del mismo. En el segundo barrio, la zona rica, el vehículo continuó tal y como estaba, no lo tocaron. Sin embargo, los investigadores procedieron a golpear el vehículo y romper el cristal de alguna de las ventanas del automóvil. Esta última acción dio lugar a que en los siguientes días el vehículo terminara de la misma forma que el del barrio del Bronx.

A partir de este curioso experimento se desarrolla la citada teoría. Lo que viene a decir la misma es que un vidrio roto, el deterioro, la idea de no solucionar un problema desde el principio produce una sensación de ausencia de ley, normas, reglas, lo que hace que se rompan códigos de convivencia. Si el cristal roto no se soluciona de forma rápida y efectiva enseguida aparecerán más cristales rotos, ya que la psicología humana entenderá que al hacerlo no pasa nada y normaliza una situación que debería ser reprobable, transmitiendo la idea de desinterés, de deterioro, de despreocupación que hace que poco a poco se rompan las normas de convivencia, aportando al consciente humano el concepto de ausencia de ley, de normas, de reglas, de que todo vale. El experimento establece que no es cuestión de pobres o ricos, sino de la percepción que esos pobres o ricos tengan de su entorno desde el punto de vista de la psicología humana y las relaciones sociales.

Desde la perspectiva criminológica, esta teoría ha desembocado en que existe mayor probabilidad de que se produzcan actividades delictivas, comportamientos antisociales o infracciones a las normas es mayor en aquellas zonas donde menos se castigan estos actos, que existe mayor abandono, más suciedad, mayor dejadez, ya que cuando se desobedecen las normas de convivencia de una comunidad y no se soluciona, tanto el orden como la convivencia empiezan a desmoronarse. El desarrollo de esta teoría llevó, como dije anteriormente, a desarrollar el plan de tolerancia cero en Nueva York, que no es otra cosa que castigar cualquier conducta, por leve que sea, sin, como se dice en España, “levantar la mano” absolutamente nada, lo que hizo que al poco de empezar a aplicarse esa tolerancia cero se bajara el número de infracciones penales y administrativas de forma considerable, llegando a mínimos históricos.

Pero, ¿se podría aplicar esta teoría a una ciudad como Águilas? Desde luego desde el punto de vista del plan de tolerancia cero no; Águilas no es Nueva York ni España los honorabilísimos United States of América, pero desde el punto de vista de la teoría de las ventanas rotas sinceramente creo que si. Hay zonas claramente con mayores tasas de delincuencia, con mayor número de residentes con delitos. Y ahora deberíamos hacernos una pregunta, ¿se podría achacar esta mayor tasa de delincuencia a la dejadez o abandono de esas zonas? Posiblemente no, aunque no existan estudios sobre dicha cuestión, ya que existen mucho más factores a tener en cuenta, sin embargo si hay que valorar que esas zonas son las que más sensación de abandono y suciedad tienen.

La administración debería intentar solucionar esa sensación de dejadez que existe al pasar por esas zonas, haciéndolo desde vertientes diferentes. Por un lado desde una implicación directa de la misma administración, trabajando en realizar un importante “lavado de cara” de esas zonas a través de la renovación de gran parte de lo deteriorado, limpieza de solares, iluminación, limpieza de calles, renovación de espacios verdes existentes. A la misma vez trabajar directamente con vecinos, padres, hijos, intentando inculcarles una mayor concienciación en determinadas normas de convivencia, entendiendo siempre las diferentes culturas que compartan la zona. Esforzarse en socializar a aquellas familias con problemas estructurales, integrando los posibles guetos que se estuvieran formando. Y como último recurso, pero no menos importante, castigar todas aquellas actitudes que no se ajustan a unas normas de convivencia adecuadas, reforzando la presión policial sobre los focos delictivos de la zona, y aunque los castigos no fuesen tan severos como el mencionado plan de tolerancia cero, que si se tuviera la percepción de que se va a llevar a buen término la sanción que corresponda con rotundidad.

Pero no sólo en esos barrios se debe actuar, ya que las “ventanas rotas”, como el propio experimento concluyó, no son propias de una zona con un menor estatus social, sino que se debe aplicar también al resto de la comunidad. Un graffiti no borrado hace que en unas semanas existan más graffitis alrededor, de hecho fíjense y verán que las paredes con estas pinturas normalmente se acumulan en las mismas zonas; una plaza con suciedad hará que las personas tengan menos cuidado en esa zona y pronto haya más suciedad; una defecación de un animal sin recoger hará que pronto otras personas lleven a sus animales en esas zonas y los suelten sin control. Todo debe de solucionarse lo antes posible para que no vaya a más la situación y se deteriore el entorno aún más. La suciedad llama a la suciedad, el abandono a más dejadez, y el no castigo de las normas a un mayor incumplimiento de las mismas, por ello uno de los requisitos de esta teoría es castigar todos esos actos, considerándose estas sanciones no desde un punto de vista represivo, sino preventivo para que no se amplíen actitudes incívicas a personas que hasta el momento no infringen normas, o lo que es lo mismo, para que no se sigan rompiendo ventanas.

Debo de decir que en la cuestión de rehabilitación y arreglo de zonas deterioradas nuestro ayuntamiento se ha puesto las botas, y, al menos desde mi experiencia, se están intentando realizar bien las cosas, respondiendo con cierta rapidez en la restauración de defectos y recolocación de señalización, limpieza de zonas grafiteadas, potenciando las sanciones de actitudes contra las normas, como por ejemplo  las denuncias a los dueños de los perros que defecan en la vía pública. Por lo tanto  pienso que, si bien se debe mejorar bastante más por parte de la nueva corporación, se están dando pasos en la dirección correcta en este sentido.

Aunque esta teoría se haya establecido desde un punto de vista criminológico y aplicado especialmente en el ámbito de la seguridad anglosajona, es extrapolable muchos de los ámbitos de nuestra sociedad; en nuestra familia, nuestro trabajo, si no se establecen normas que se hacen respetar y no se solucionan a tiempo, o en su caso se castigan, hará que en nuestra familia haya problemas con los niños o que nuestra empresa baje su rendimiento. Decía el escritor francés Anatole France que “La moral es la regla de las costumbres, y las costumbres son los hábitos. La moral es, pues, la regla de los hábitos”. Por lo tanto tengamos buenos hábitos día a día, ello llevará a tener una moral excelente, ello a tener una convivencia mejor aún y ello a tener una gran sociedad.

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