Las distintas generaciones han vivido experiencias distintas que han forjado a sus miembros, que han creado sociedades adaptándose a su época, a los avances tecnológicos, con normas sociales y comportamientos diferenciados de otros. Los de mi época somos conocidos como la generación X, la de los nacidos a mediados de los 70, y cada una de las experiencias que hemos pasado han hechos las personas que somos. Y ahora estamos ante un nuevo reto, ante una nueva experiencia en la vida, que esperemos podamos contar a los peques que tenemos en la casa en unos años, o a nuestros nietos si conseguimos conocerlos. Estamos ante un nuevo reto en nuestras vidas que va a poner en prueba nuestra sociedad, nuestra economía, y nuestra respuesta a algo que, aunque hayamos leído, conocido en libros, en películas o series, nunca hubiésemos pensado que podría pasar en la sociedad actual, y no es otra cosa que una nueva epidemia.
Los sanitarios tienen el gran reto de atajar el nuevo virus, de conseguir derrotarlo, o al menos minimizar la que se viene encima, pero además de ellos, toda la sociedad debemos responder a un reto social global que va a sobrepasar cualquier cosa conocida en la época actual. Todas las esferas sociales van a estar influenciadas por la aparición de este virus, y todos debemos remar en la misma dirección para conseguir superarlo. Esto debemos de lucharlo todos, unos teniendo el único reto de aguantar en su casa y otros de dar la cara trabajando, sabiendo que puedes coger el maldito bicho en cualquier momento y acercárselo a los que más quieres.
Desde el punto de vista policial esta situación también es un reto para todos los compañeros que deben de trabajar en una situación desconocida y llena de dudas para cualquiera de ellos. Cuando trabajas con delincuentes, en conflictos, en situaciones propias de lo que puede ser la actuación policial, sabes a lo que atenerte y estás preparado en mayor o menor medida para ello. Sin embargo, en esta situación cualquier cosa que conocieras en trabajo policial la sobrepasa, aquí no puedes aplicar conocimientos policiales o tácticos, aquí no queda otra que verlas venir, tanto a nosotros como al agricultor, recolector, cajero, reponedor, carnicero, farmacéutico, o a cualquier otro trabajador que ahora mismo preferiría quedarse en su casa que salir. Salimos a la calle a trabajar con cierto temor a lo desconocido, y lo peor, sin los medios necesarios para evitar contagiarse. Esa es la realidad, en España ahora mismo se carece de los medios suficientes para que los trabajadores hagan su trabajo con una seguridad mínima, sobre todo los trabajadores con exposición al público que son los más perjudicados. Reconozco que el miedo se percibe entre algunos profesionales sanitarios, entre nosotros, yo el primero, y en general entre la población.
Paradójicamente, por el contrario, hay algunas personas, las menos gracias a dios, que parece que esto no va con ellos, poniendo en peligro al resto de la población. Éstos buscan las justificaciones que puedan para poder salir a la calle, sin pensar que con esa actitud se pone en peligro él, que sería el menor de los males, y ponen en peligro al resto de personas que se cruzan con él, a su familia, sus vecinos, al sistema sanitario, así como a cualquier otro trabajador que está ofreciendo su servicio para que el país no se detenga completamente. Sólo se les obliga a estar en la vivienda, sin salir nada más que para lo imprescindible, y sin embargo hacen todo lo contrario. Paradojas de la vida, muchos no quieren salir y deben de hacerlo por obligaciones profesionales, y otros que no tienen por qué salir lo hacen voluntariamente y sin ser conscientes del perjuicio que pueden ocasionar. Esas personas son unas insensatas que aunque no sean conscientes, están atentando contra el interés general y ponen en peligro a toda la sociedad.
Ahora nos encontramos con una situación extraordinaria y desconocida para todos, en el que se lucha contra un enemigo invisible, y en el que la actuación policial es, en cierta forma, contraria a lo que debería ser. Las fuerzas y cuerpos de seguridad son, aunque algunos crean lo contrario, el encargado de garantizar el cumplimiento del libre ejercicio de los derechos y libertades del ciudadano, haciendo cumplir la ley siempre con esa premisa incuestionable. Sin embargo, el estado de alarma actual, que se da como consecuencia de la crisis sanitaria producida por la epidemia del covid-19, limita diversos derechos fundamentales para asegurar el interés general, entre ellos el de reunión o la libre circulación. Y la verdad, resulta extraño hacer cumplir estas limitaciones, porque obligan a que cualquier ciudadano justifique hacia dónde se dirige, qué hace fuera de su vivienda, por qué anda con dos personas más, o limita las personas que van en el vehículo. Ayer me decía un compañero que la actual situación es lo más cercano que esperemos estar de ser una policía de un estado autoritario, y esta situación, al igual que resulta extraordinaria y extraña a cualquier ciudadano, también lo es para los agentes que debemos de impedir a los ciudadanos que circulen libremente, porque somos una policía instruida en un estado democrático, y la aplicación de la limitación de derechos fundamentales es un concepto que cuesta asumir, si bien es fundamental perseverar en que se cumplan las medidas de confinamiento actuales para que podamos retomar la normalidad.
Los que me conocen saben que, aunque trabajo y vivo en Águilas, soy de Lorca, y en su momento sufrí el terremoto como todos los lorquinos, y la situación se convirtió en una escena de guerra en segundos. La gente en la calle corriendo, sirenas por todos sitios, caras desencajadas, lágrimas y desesperación en segundos. En pocas horas todo se llenó de militares, colas de vehículos huyendo de la ciudad. Esa noche trabajé colaborando con Policía Local de Lorca, y aunque fue una situación novedosa, en la que los nervios estuvieron a flor de piel, no tenías la sensación que produce esta nueva experiencia profesional, porque ahí sabías cuál era tu actuación, debías de proteger y ayudar a los vecinos que estaban en la calle, regular el tráfico en las cercanías de la zona de emergencias que se puso en el Huerto de la Rueda, o evitar que se produjeran robos en las viviendas que quedaron desprotegidas.
Sin embargo ahora luchamos, todos, contra un enemigo invisible, del que no sabemos nada, del que debes protegerte con mascarillas, guantes, alcohol, lejía, que hace que no puedas reunirte libremente con tu familia, amigos o compañeros, y que va a trastocar todas nuestras relaciones sociales hasta que no saquen una vacuna contra el dichoso bicho. Todo indica que hasta que no se consiga la vacuna adecuada se deberán de limitar las reuniones de personas, que no veremos restaurantes llenos, que las celebraciones estarán limitadas, que se acabarán los dos besos, los abrazos, las manos estrechadas, que deberá utilizarse la mascarilla para salir de casa. Nuestro futuro más próximo va a cambiar tras el envite del coronavirus, y debemos actuar como una sociedad madura, responsable, que además de salir a aplaudir al balcón a las ocho de la tarde, respondamos con sensatez al nuevo reto social que se va a plantear en los próximos meses. Porque si algo nos debe enseñar esta enfermedad es que aquí no se salva nadie, y que la lucha para que no se expanda es un reto de todos, así que debemos cumplir con todas las obligaciones que nos van a imponer, impensables hace simplemente unos días, pero indispensables en los próximos días.
Creo que prácticamente toda la plantilla de Águilas conocíamos a Augusto, que esta enfermedad desgraciadamente se lo ha llevado con 45 años. Era una persona joven, alegre, currante, conocida por la mayoría de los ciudadanos del municipio porque tanto él como su hermano Fidel, que aún está luchando contra la enfermedad en el hospital, han sido siempre personas abiertas y joviales que hablaban con cualquiera. Desde aquí sólo puedo dar mis condolencias a toda la familia y muchísimas fuerzas a Fidel, que enseguida lo volveremos a ver paseando por la Colonia.
Resistiremos, remontaremos como sea esta situación y volveremos a estar en la calle, a ir al parque, a la playa, pero por el camino dejaremos a muchas buenas personas, a muchos padres, abuelos, hermanos, amigos, de los cuales no podremos ni despedirnos, quedando marcados para siempre. Espero que aprendamos de este nuevo reto en nuestras vidas, y nos fortalezca como sociedad, para afrontar los desafíos colectivos que, creo, se avecinan.