Desde la inauguración de la línea férrea de Águilas, en 1890, no se había producido ningún incidente de relevancia. La compañía dispondrá, por iniciativa del médico Alejandro Santamaría, desde abril de 1917, de un servicio de sanitarios en previsión de cualquier accidente que pudieran producirse. Nadie podrá imaginar que diez años después, el 25 de mayo de 1927, ocurriría una terrible tragedia con fatales consecuencias.
En las últimas horas de la tarde comenzará a circular por el pueblo la noticia de la catástrofe ferroviaria, resultando los datos confusos. Un tren de mercancías, cargado de mineral de hierro, había chocado con el tren correo que iba a Águilas en la salida de la estación de Pulpí. No se sabía nada más al respecto.
Los hechos ocurrieron de esta manera: el tren correo nº 2 salió de Almendricos a las 13.22 horas, parando en la estación de Pulpí para el cambio de vía de la que salió sobre las 14:00 horas con dirección Águilas con varios minutos de retraso. Por otro lado, el tren minero serie A- 244 compuesto de doce vagones “Yankies” con una carga total de 600 toneladas de mineral de hierro había salido de Almendricos a las 13:40 horas para descargar en el embarcadero del Hornillo. En el km 3.200, el maquinista José Sánchez Martínez, que era una de las primeras ocasiones que hacía el recorrido, se dará cuenta que había un problema mecánico por no funcionar los frenos automáticos. La causa, inicialmente, parecía que se debió a que el fogonero no conectó correctamente la manga del freno, al desengancharse la máquina para hacer el cambio de dirección a Águilas, en la estación de Almendricos. Este intentará detener el tren con la contramarcha, pero no tendrá resultado por la fuerte pendiente del 16- 20‰ debido al peso que transportaba, continuando su marcha vertiginosa imparable. En ese momento llegó a la estación de Pulpí sin poder controlar la locomotora, haciendo sonar el silbato, dando la alarma. Los empleados, al advertirlo, harán señales con banderas para que acelerara su marcha el tren correo que había salido hace seis minutos, recorriendo un tramo de 200 metros, pero era demasiado tarde, entrando el mercancías en la vía general donde había hecho el cambio de agujas, alcanzándolo violentamente. El maquinista del correo había intentado abrir el regulador de la máquina para darle velocidad al convoy, con la intención de evitar el accidente inútilmente, rompiéndose con el fuerte tirón los enganches de la locomotora que seguirá hasta Jaravía, dando aviso de lo sucedido a Águilas donde se encontraba las oficinas de la compañía ferroviaria.
La colisión tendrá lugar en el km. 10.200 del ramal Almendricos- Águilas, produciendo un ruido ensordecedor el tremendo impacto. El momento será de enorme terror, sucediendo en unos pocos minutos. La consecuencia será que el tren minero quedará montado encima del correo, destrozándolo al empotrar la máquina en la parte trasera, resultando del choque un amasijo de hierros. El correo llevaba tres vagones, cada uno de clase diferente, teniendo en cola dos coches de pasajeros que con el impacto quedarán reducidos a astillas. Solamente quedará intacto el tender con el habitáculo del fogonero, incluso las ruedas se doblarán. Los vagones del mercancías quedarán volcados hacia la izquierda. Un tramo de la vía quedará totalmente desecho.
Inmediatamente de ocurrir acudirá personal de la estación para iniciar los trabajos de salvamento. En un principio fueron extraídos ocho cadáveres y catorce personas heridas, algunas de las cuales de gravedad. El maquinista y fogonero del mercancías resultarán ilesos, por haberse arrojado en la cuneta poco antes de estrellarse. Los primeros en acudir serán los carabineros del servicio de la estación, acercándose también los vecinos de los caseríos cercanos para prestar auxilio. Igualmente, el comandante de la Guardia Civil del puesto de Pulpí, el secretario Municipal con el alcalde y el cura párroco, se presentarán en el escenario. En un principio se atenderá a los heridos que pedían ayuda, siendo vendados para cortar la hemorragia. Nada más conocerse la noticia, partirá un tren de socorro desde Águilas al lugar del siniestro, llegando dos horas después. En este iban los doctores Alejandro Santamaría, Luis Prieto y Pedro Calero, que se desplazarán al lugar de los hechos para colaborar. También se trasladarán diversas autoridades como el alcalde Carlos Marín Menú y el jefe Provincial de la Cruz Roja de Murcia, Antonio Nogueras Santiago, que estaba en Águilas. Desde Cuevas harán lo propio los médicos Emilio Giménez y Diego Flores. Los propietarios de automóviles de los pueblos cercanos los pondrán a disposición de los sanitarios para transportar heridos.
El elevado número de muertes se deberá a que los pasajeros, entre los que la mayoría eran mujeres, no se atreverán a apearse del tren en marcha, escondiéndose entre los vagones asustados, por lo que resultarán mutiladas o aplastadas. Algunos lograrán salvarse lanzándose por las ventanas. La casualidad hará que, aunque era miércoles, había más viajeros de lo habitual por ser víspera de fiesta de la Ascensión. Entre las víctimas estaban el teniente de la Guardia Civil del puesto de Águilas, Pedro Pérez, el platero de Águilas, Salvador Miras, el oficial ambulante de correos, Luis Tomás, el guardavías de la estación de Caniles, Diego Beas Díaz, y el viajante de la Casa Cortés Hermanos de Barcelona, Alfredo Puente Carbo. Los heridos serán trasladados, en su mayoría, al Hospital de San Francisco por el personal sanitario de la compañía y la agrupación de exploradores aguileños que serán de los primeros en acudir por haber conocido Severo Montalvo la noticia al poco de producirse, ya que era el jefe de Telégrafos en la oficina de Águilas. El practicante Diego Caballero y el médico de Pulpí Roque Martínez acompañarán, asistiendo a las víctimas hasta Águilas. En el trayecto fallecerá Adoración Casquet Cano, esposa del jefe de estación de Jaravía. En su lecho de muerte quiso saber si todo había sido por culpa de su marido, quedando tranquila al conocer que no. Durante toda la noche y el día siguiente se sucederán las labores de rescate, sin descanso. No encontrándose más cuerpos entre los restos.
Las escenas de dolor en el Hospital de San Francisco de Águilas serán desgarradoras. Habrá historias como la de Teresa Fernández Campos, que había perdido en el accidente a su marido y un hijo de cuatro años, desconociendo el paradero de otro de siete meses. La encontraron entre los restos de los vagones con un bebé en brazos, de quince días, que había protegido con su cuerpo por instinto maternal. Después de ser operada, amputándole ambas piernas, recobró el conocimiento poco antes de morir, llamando al médico para saber cómo se encontraba su pequeña. Esta, al enterarse que estaba viva, derramó lágrimas pidiendo emocionada al doctor que cuidara de su hija porque iba a quedarse sola en el mundo, desamparada. La escena hará llorar a todos los presentes. El doctor Santamaría iniciará una suscripción para Soledad del Milagro, como será bautizada, logrando recaudar 1.300 pesetas entre los empleados del ferrocarril. La vecina de Pulpí Isabel Martínez se ofrecerá para amantarla mientras que el jefe de la Guardia Municipal de La Unión, Agustín García Lacasa, se ofrecerá a adoptarla haciendo la petición al Gobernador Civil por carta. Otro caso será el de la niña Carmen Ruiz, de cuatro años, que iba a Águilas con su madre, Francisca, que fallecerá, y su abuelo, para hacer la comunión, presentando fractura en la base del cráneo. La prensa hará un importante seguimiento sobre su evolución, produciendo un hondo pesar su muerte pese a ser esperada. Por último, hablar de María Cano Martínez, de veintiún años, que iba a Lorca a comprar su ajuar de boda y que tendrán que amputarle las dos piernas por debajo de la rodilla, aunque podrá recuperarse.
En Águilas habrá una enorme consternación por lo sucedido, siendo suspendidos todos los espectáculos. El entierro que tendrá lugar al día siguiente, 26 de mayo, será una imponente manifestación de duelo, viniendo vecinos de otras localidades. Los gastos de los sepelios correrán por parte de la compañía ferroviaria, que hizo el ofrecimiento a las familias. Entre las diversas autoridades estaban el presidente de la Diputación Provincial, Ibáñez Martín; el teniente coronel Vicente García Morato, representando al director general del Cuerpo de la Guardia Civil; el director de la Compañía Ferroviaria, George L. Boag; así como el juez municipal, el comandante de marina y el alcalde de Águilas con todas las fuerzas vivas del pueblo.
La Voz 27/5/1927
Han sido enterrados aquí los cadáveres, de los cinco vecinos de Águilas que perdieron la vida en la catástrofe.
A la estación acudieron las autoridades locales y provinciales y un inmenso gentío. El desfile de la comitiva desde la estación al pueblo fue una muestra elocuente del dolor que ha causado en este pueblo la catástrofe de Pulpí.
Una gran muchedumbre a pie y en coches formaba una manifestación imponente, desconocida aquí. A los balcones y a las puertas se asomaban los vecinos para presenciar el cortejo fúnebre. Muchos lloraban y algunos depositaron sobre el féretro y el carruaje coronas con muy sentidas dedicatorias.
A Águilas habían llegado representaciones de la Guardia Civil, del Cuerpo de Correos de Murcia y Almería, y muchos vecinos de Lorca en automóviles.
Al paso del entierro todas las sociedades cerraron sus puertas, y los socios se unieron a la manifestación del Duelo.
Un nuevo drama se sumará cuando el fogonero, José Navarro, se ahorque dos días después en las puertas coloradas, dentro de los terrenos que tenía la compañía en la estación de Águilas, por invadirle la culpa de lo acontecido. Una comisión de investigación posterior lo desmentirá, resolviendo que se había debido a la introducción de un cuerpo extraño en el freno automático, habiéndose producido el accidente por un problema mecánico.
El resto de heridos irá recuperándose lentamente. Mandarán con sus familias a la delegación del Gobierno de Murcia un escrito, recibido el 31 de mayo, haciendo constar el altruismo y abnegación por los elementos que participaron en el salvamento de las víctimas del accidente, personal ferroviario, vecinos de Pulpí, personal facultativo del servicio sanitario de la Compañía, destacando el trato y atenciones que se les estaba brindado en Águilas.
Desde la presidencia del Consejo de Ministros se telefoneará al gobernador civil de Almería, Huelin Muller, para dar el pésame del Gobierno a las familias de los afectados, pidiendo un listado para socorrerlas, mandando su felicitación a las diversas autoridades por su actuación con alcaldes y servicios sanitarios con los cuerpos de seguridad. La cantidad será de 8.500 pesetas que debían repartirse, dando 1.000 pesetas a familias de fallecidos y 500 para los heridos.
Las brigadas de obreros trabajarán intensamente esos días haciendo el desescombro, apartando las toneladas de mineral y hierro acumuladas en la vía. Habrá unas pérdidas materiales que ascenderán a 250.000 pesetas. Las lluvias retrasarán las labores de limpieza, no restableciéndose la normalidad de la circulación ferroviaria hasta el 28 de mayo, cinco días después del accidente, quedando el recuerdo intacto entre los ferroviarios de una tragedia que nunca podrán olvidar.
Artículo del historiador Pedro Francisco Sánchez Albarracín