09/11/2019

Historia de la Iglesia en la Águilas moderna

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La denominada marina de Águilas estaba deshabitada por la desolación de la piratería berberisca de los siglos XVI-XVII. El Siglo XVIII será el renacer del enclave. En la guerra de sucesión (1700-1714) su puerto abastecerá a las tropas que estaban en Barcelona. El administrador de las rentas reales, José de Balaguer, encargado de suministrar las provisiones, se establecerá después de la contienda en este término adquiriendo una finca donde instalará su residencia (1724). La mercancía se depositaba en el puerto, hasta que un temporal la inutilizó (1727). Los costes de pérdidas le llevarán a solicitar la construcción de un almacén. El corregimiento lorquino enviará al Alférez Mayor del Reino, Pedro Fernández Menchirón, con la intención de reconocer el lugar propuesto por el solicitante que estaba inmediato al puerto de Levante en la actual calle Murillo. El comisionado informará favorablemente, levantándose la casa del Administrador de Rentas, que contaba con tres almacenes (1728), siendo la primera construcción de la Águilas moderna en el por entonces paraje desierto. Hará igualmente una pequeña ermita en una de las dependencias para prestar auxilio espiritual a los pescadores y braceros encargados en las faenas de embarque. Estaba dedicada a San Juan Bautista, teniendo un solo altar bajo la advocación de Nuestra Señora de la Caridad, donde había un cuadro de la Sagrada familia del totanero Silvestre Martínez Teruel. El castillo de San Juan de las Águilas (1756) había recibido su nombre por este santo, que desde el último cuarto del Siglo XVII era venerado en una hornacina en la antigua torre de las Águilas por la devoción que los alcaides, Fernández Valera, le profesaban.

El crecimiento del lugar hará que, en 1761, el capitán Juan de Molina, gobernador de la fortaleza, solicite un capellán estable. Por mediación de José Sánchez Lasarte, cura de San Patricio de la que dependía la ermita, será restaurada en 1764 agregando dos altares más. Este encargará dos cuadros para decorarlo, uno de Santa Gertrudis y otro de la Virgen del Pilar, obra de la pintora totanera Josefa Martínez Aledo. Dichos cuadros tenían un marco con remate de talla dorado ornamental que había realizado el presbítero de Totana, Bernardo Crespo Alarcón, para que alcanzaran más lucidez. Hasta que se produce este poblamiento del actual casco urbano, en el entorno había una ermita en Cope al amparo de su torre, desde finales del Siglo XVI, atendida por los padres franciscanos del convento de las Huertas, contando con un pequeño núcleo ocupado en la Almadraba. Esta será atacada por los piratas a principios del S.XVII pudiendo rescatarse su Cristo, considerado por ello milagroso. En Chuecos del SXVII había otra ermita consagrada a San Juan Bautista y a San Diego de Alcántara. Igualmente, en el Siglo XVII, el Garrobillo tendrá otra ermita que será dedicada a la Purísima Concepción, la cual estaba adosada a una casa de labranza. Por otro lado, en Tébar, a finales del Siglo XVIII, en la casona de los Alcántara, se habilitó un espacio al culto que hasta finales del Siglo XIX estuvo dedicado a la Virgen de la Soledad, pasando el primer cuarto del Siglo XX a vincularse con la devoción de San Antón, continuando esta actualmente.                 

La visita del Conde de Aranda (1765) marca el comienzo de Águilas como población. En 1790 se trasladó la iglesia a un almacén dedicado a la barrilla, ubicado en la actual calle Coronel Pareja, propiedad del comerciante Juan Potous, de origen francés. El maestro alarife, Vicente Morata, será quien realice los trabajos de acondicionamiento, siendo Martín Martínez Zapata el carpintero. El alquiler que el dueño estipuló para el nuevo local de culto era de tres reales diarios. La titulación que tenía esta iglesia era de Purísima Concepción y el Señor San Indalecio. La elección de San Indalecio, que era uno de los sietes varones apostólicos discípulos del apóstol Santiago que había enviado a la península para evangelizarla, será consecuencia de la creencia que existía en el Siglo XVIII de que aquí se encontraba la antigua ciudad Urci, donde había sido Obispo, habiendo muerto mártir despeñado desde el cerro de las Águilas. La tradición local conservó el nombre de “cortado de San Indalecio” al lugar por donde decía sucedió el hecho. El Comisionado Regio, Antonio de Robles Vives, encargado de la repoblación de la Marina de Águilas, donará para esta ermita un cuadro con la Purísima Concepción. Igualmente, la hermana de este, Ana Robles, regalará otro con la Virgen del Rosario. Las primeras cofradías que habrán a finales del Siglo XVIII serán la del Santísimo Sacramento, la Virgen de la Aurora o Rosario y el estandarte de Ánimas Benditas. El almacén se pensaba usar de manera temporal mientras se construía una iglesia, según los planos de Juan de Villanueva. Estos planos fueron enviados a Martínez de Lara, pero con la caída de Floridablanca del Gobierno (1792) todo quedará en suspenso.     

La iglesia de Águilas será constituida como vicaría propia en 1800, al segregarse de la de San Patricio con la advocación de San José, teniendo en su jurisdicción el término municipal con las diputaciones de Cope, Tébar, Garrobillo y el Cocón. A principios del Siglo XIX será también cuando se establece el culto de la Soledad y de Nuestro Padre Jesús Nazareno, siendo las primeras imágenes que tuvo la capilla junto con la Virgen del Rosario. La devoción por estas imágenes puede observarse cuando María Llopis, en marzo de 1808, ordena en su testamento que se celebren cuando muera seis misas cantadas, tanto en el altar de la Soledad como en el de Jesús Nazareno. El aumento de población derivado de la instalación de fábricas de fundición (1843-1846) hizo que en el Barrio de Jesús, en el Charco, donde se instalaron muchos de los obreros, se levantara una pequeña capilla sacramentada con el Jesús de la Caída. A mediados del Siglo XX cambiaría su nombre por el actual de Cristo de Medinaceli.

En 1853 se inauguró la actual iglesia de San José. El templo contaba con un altar mayor costeado con donación de los obreros de la fundición San José. El Santo patriarca era propiedad del industrial José María Romero. Las águilas doradas y las lámparas que lo adornaban, las cedió Manuel Orts. El altar poseía una baranda de la que Pedro Jacinto Gris pagó una importante parte. Los tres sillones para Misas solemnes los dispensará Joaquín Ballesteros, en nombre de los propietarios de la factoría “Virgen del Pilar”. El altar de la comunión fue costeado por Idelfonso Moreno, quien también proporcionará la araña de cristal que lo decoraba, este también aportará la imagen de la Santísima Virgen del Sagrario y un Santísimo Cristo de la Salud, traído de Madrid para este camarín. El altar y retablo de Nuestro Padre Jesús con la túnica y el cordón de oro eran propiedad de José María Romero, uno de los principales benefactores que tuvo el templo. El altar del Santísimo Cristo de la Agonía se hizo a devoción de Pascual Ayuso y María de los Dolores Elud. En un principio contó con la imagen del Señor, siendo luego sustituida por la de Nuestro señor Jesucristo de la Agonía, dejándose la primera para el Santo Sepulcro. El altar de Nuestra Señora del Rosario y su retablo fue por medio de una suscripción del cura Juan Antonio Munuera. El altar de Ánimas estaba dedicado a las Benditas Ánimas, siendo costeado por los feligreses de la parroquia, teniendo en su realización una especial relevancia los devotos miembros de las Hermandades de Ánimas y Auroros que recogían limosnas con una cuadrilla de músicos populares. El altar de Nuestra Señora de los Dolores con su retablo lo sufragará Buenaventura Gris con Manuel Acuña. Igualmente, mandaron construir un trono para la procesión. Los altares de la Virgen del Carmen y el de San Antonio con sus imágenes y retablo fueron obra de Antonio José Romero. El altar de San Ginés se hizo por devoción de Antonio Romero Sánchez y de Higinia Amorós. La pila Bautismal fue costeada por Francisco Sánchez Fortún. El Santo Sepulcro se debió a la aportación de Pascual Ayuso, Antonio Sánchez- Fortún Romero, Antonio Romero Morales, Juan Antonio Sánchez Fortún, Juan Ayuso, Ángel Rostán y Joaquín María Cabrera. El órgano usado para las solemnidades se hizo con una suscripción iniciada por José María Romero, Antonio José Romero, Alfonso Moreno, José Moreno y Juan Sánchez Fortún. Indicar que la reina Isabel II regalará un cáliz de plata por la inauguración del templo. Las campanas que se instalaron fueron consagradas, la mayor al Glorioso Patriarca San José que era titular de esta iglesia y la menor a María Santísima de los Dolores. Este rico patrimonio se perderá con motivo del asalto que hubo durante la Guerra Civil, salvándose de la destrucción la imagen de la patrona.

Los planos del edificio los hizo, en 1811, el teniente de Ingenieros del Ejército, Juan Cayetano Morata, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, siendo encargo de José Felipe de Olive, comisionario de la Real Empresa y por petición del párroco Juan López Padilla, eligiéndose una ubicación en la Plaza Mayor con el mar a espaldas frente a la zona de desmonte de los alacranes, donde se había empezado los cimientos, siguiéndose un informe del ingeniero Agustín de Betancourt. La fachada emplea en su estilo arquitectónico el neoclásico, como en las ciudades americanas, resultando este tardío. El Obispo de Cartagena, José Jiménez, autorizó las obras que se iniciarán en 1831, celebrándose durante este tiempo las misas solemnes de campaña en plena Plaza. Hubo diversos actos festivos en su consagración (novillos, cucañas, música) dando la bendición el prelado Juan Antonio Munuera, habiéndose realizado una suscripción entre el vecindario para los diversos actos, creándose un comité de notables. El Obispo de Cartagena, Mariano Barrio, solemnizará esta inauguración, siendo recibido por las autoridades locales en el camino de Tébar. Las viviendas de la Glorieta estaban adornadas con arcos de baladres, de donde pendían faroles de colores, habiendo en el espacio de separación entre cada arco banderas de color azul y encarnado y en los ángulos banderas nacionales, mientras que los capitanes de los barcos del puerto prestaron sus banderolas para la portada del santuario. Las procesiones tomarán con este nuevo templo resonancia social en el municipio, siendo constituidas las Hermandades de la Virgen de los Dolores (1871) y Nuestro Padre Jesús Nazareno (1879) en un periodo de crecimiento económico del pueblo.

Durante el último cuarto del Siglo XIX se hizo en Los Arejos la iglesia de San Isidro. El poblado de Calabardina en este mismo periodo tendrá también otra ermita donde había unos preciosos frescos, estando el primer cuarto del Siglo XX erigida a la Virgen del Carmen. La Cuesta de Gos desde finales del S.XIX, por la actividad minera, contará con una ermita de la Virgen del Carmen, por ser esta su patrona por la influencia de Cuevas. Esta sería destruida con motivo de los asaltos que acaecieron en la Guerra Civil.  Iniciado el Siglo XX se construyó la capilla del Hospital de Caridad con su apertura en (1904) en honor de la Virgen del Carmen. Las Cuevas del rincón contarán con una ermita que funcionaba también como escuela (1913) y que tenía la imagen de San Juan Evangelista con la que se procesionaba. El nombre que tendrá esta capilla será de San Miguel. La construcción se llevó a cabo mediante donativos, como puede apreciarse en la prensa del momento.

Vida Aguileña 15/1/1913

“varias señoras han regalado el pavimento, madera, teja, puerta, campana y veleta y otras varias cosas. Quienes deseen contribuir a esta hermosa obra benéfica de religión y cultura, envíen sus donativos a la señora Doña Milagros Garriga de Martínez".

En el pueblo con motivo del año mariano se instaló en el castillo una imagen de la Inmaculada Concepción (1954) hecha de piedra para poder estar a la intemperie. La iglesia del Carmen (1961) la inaugurará el párroco Francisco Martínez Zapata. El edificio se hizo de estilo moderno, de líneas sencillas y armónicas.  La emisora local “La Voz de la Caridad” fue partícipe de los actos que se celebraron. En el Garrobillo se hizo otra ermita (1914) en un terreno cedido por los marqueses de Contadero. El impedimento para la práctica de culto de los compradores de la finca a la muerte de estos, motivará que el por entonces párroco, José Rodríguez Romera, promoviera la construcción de otra nueva (1968) en un terreno que donó Miguel Navarro. Una copla popular recordaba con estas palabras la incidencia

Por un litigio sencillo

                                                                                                                      

que a alguno le quitó el sueño

                                                                                                          

sin cura y sin monaguillo

                                                                                                                                      

se quedó para su dueño

                                                                                                                                          

la iglesia del Garrobillo.

 

Para recaudación de donativos por esta causa, se organizará un auto de los reyes Magos (1965) por residentes del lugar, haciéndose también funciones teatrales como “La Casa de Quirós” que se representó en el Cine de Cope y en la sede de Acción Católica. Indicar, para acabar, que el colegio María Inmaculada, de la orden de las Hijas de la Caridad (1963) y la Residencia de los Ferroviarios (1970) cuentan con una capilla, finalizando con esta la historia de los lugares de culto religioso de nuestra población.

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