Hablo de un tatarabuelo
que esta mañana fresquita
se ha ido directo hacia el Cielo:
Juan Tudela, el Tío Juan Rita.
Por las montañas de Aledo,
un catorce de febrero,
un llanto fuerte y con eco,
¡son pulmones de trovero!
No le fue fácil la vida,
un niño de cinco años
por esas trochas perdidas
manejando los rebaños.
Tiempos de hambre, de dureza,
malos tratos, calor, frío,
hacen hombres de una pieza
como este querido Tío.
Por los campos de Totana,
por esa Lorca infinita,
Águilas, Aledo, Alhama,
empezó a trovar Juan Rita.
Hombres, jóvenes, mujeres,
con su música y bailando,
gracias, consejas, quereres:
¡cuadrillas del aguilando!
Hay que ser rápido y ágil;
tener ritmo, ingenio y voz;
¡ay de aquel de mente frágil,
que le comen el arroz!
Guitarras y panderetas,
bandurrias y castañuelas,
y esas trovas tan diretas
que espantan a las agüelas.
Venga aquí una malagueña,
una pascua, un aguilando,
una jotica pequeña,
¡ya estamos improvisando!
Llega el Tío Rita a una aldea,
quizás a una gran ciudad:
de ahí ya nadie se menea
para oírle recitar.
Al instante, un primer verso
que escucha con atención;
le saca punta al reverso,
sin apunte ni guión.
Esa mocica salada
la vio Juan Rita el primero;
una copla que le agrada,
un piropo lisonjero.
Le ha llegado el turno al nieto,
nieto de su corazón;
–Con el viejo yo me meto.
–¡Vamos, Javi, compasión!
Trovas con buena intención,
sacarle punta, lo justo;
el ingenio es tradición,
nunca llegar al mal gusto.
–El caracol que usted tiene
bastante seco ha de estar.
–¡Nieto, que no te conviene
si te lo llego a enseñar!
Aplausos, gritos; la plaza
(que está llena a reventar)
ríe el chiste, ve la chanza;
¡es cultura popular!
Dadle al Tío Rita un habano,
una copa de coñá,
para que el seso esté sano
y la lengua bien regá.
Cien años, ciento uno y dos,
tres y cuatro, cinco y seis,
siete y ocho, y hoy, ¡con Dios!,
¡que arriba lo disfrutéis!
Que no sea un día de duelo;
hoy, San Pedro le bendice,
le abre las puertas del Cielo,
le da un abrazo y le dice:
¡Juan, adiós pesares!
¡Ve con tu hijo y tu mujer,
dale un abrazo a tus padres.
Y luego, al amanecer,
Con el alba, que se dice,
cuando se abra la mañana,
mira hacia abajo y bendice
a tu Aledo y tu Totana.
Ya está el Tío Juan ahí arriba,
donde no se usa el dinero;
trovando alto está Juan Rita
con Manolo el Patiñero.
Me perdonen estas rimas,
que lo mío no es trovar,
pero así, un peso de encima
me termino de quitar.
Yo, lorquino de prestao,
aguileño de visita,
le dedico estos pareaos
a un maestro, ¡el Tío Juan Rita!
Descanse en Paz, Tío Juan Rita.
Y gracias por compartir su arte con nosotros.