El mes de marzo de 1939 sería el último de la guerra civil española. Hacía meses que esta se había perdido para el bando republicano, desde la derrota de la batalla del Ebro y la entrada de los sublevados en Cataluña. El triunfo del autogolpe contra la República dado por el Jefe del Ejército del Centro, el coronel Casado, que contaría a principios de marzo con el respaldo de las fuerzas políticas republicanas partidarias de acabar la contienda que consideraban estaba perdida y entre las que se encontraba la facción socialista de Julián Besteiro, los anarquistas y los republicanos de izquierda, pondrá término a la política de resistencia del gobierno de Juan Negrín con los comunistas, que eran los únicos que defendían que se mantuviera la lucha.
Las tropas franquistas iniciaron el 26 de marzo de 1939 la última operación bélica contra la República de la guerra civil, que denominaron “Ofensiva de la Victoria”, sería una marcha triunfal donde no encontraron resistencia. Las principales autoridades y líderes políticos de izquierda habían abandonado el país (Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Santiago Carrillo, Juan Negrín y Largo Caballero) al igual que los mandos miliares (Miaja, Casado, Rojo) por lo que la República estaba desmantelada. Habrán muy pocos que se queden en España cumpliendo con sus responsabilidades, entre ellos el socialista Julián Besteiro, los anarquistas Cipriano Mera y Melchor Rodríguez, último alcalde de Madrid durante la guerra; el general Escobar, único del Ejercito Popular que estuvo en su puesto hasta el final, y el coronel Manuel Cascón, jefe de la aviación republicana, que hizo entrega de los aviones que tenía la República tras la rendición.
Los nacionales ocuparon Madrid el 28 de Marzo, lo que suponía que todo había acabado. Los restos del ejército republicano que resistían en el levante abandonaran sus posiciones. Unos regresaron a sus casas confiando que volverían a recuperar su vida anterior. Otros huirían en largas caravanas hacia los puertos mediterráneos no ocupados por el ejército franquista, por el temor a las represalias, y la única posibilidad de hacerlo era mediante un barco mercante.
El Estado Mayor de la Armada Franquista, para evitarlo, había emitido con anterioridad un radiograma que había cursado la noche del 8 de marzo de 1939, declarando oficialmente cerrada la costa comprendida entre Sagunto y Adra para la navegación de cualquier clase de embarcaciones, independientemente de su bandera y mercancía. La orden resultaba difícil de cumplir por la falta de autonomía de la armada del general Moreno para cubrir el tramo de costa aún republicano. Esto sería aprovechado para embarcar refugiados en diversos puertos del sureste como fueron los barcos: “Ronwyn” en Alicante (11 de marzo), “S. Bonwyn” en Almería (12 de marzo), “Stanhope” en Valencia y “Stancor” en Gandía (14 de marzo) y el “African Trader” en Almería (16 de marzo). La nueva coyuntura en que se encontraba la contienda, en sus últimos compases, hacía que resultara inviable que continuaran estos embarques habiendo caído Madrid. No importaría esto para que una inmensa multitud de personas formada por soldados republicanos y civiles, esperaran una oportunidad para huir concentradas en el puerto de Alicante, ya que aún no había sido tomado. La flota republicana de Cartagena había huido a Túnez a principio de marzo, en la rebelión de militares de la base naval. Habría que esperar por tanto una respuesta favorable, que no tuvo lugar, de las navieras francesas y británicas que habían estado abasteciendo la zona republicana. Por otro lado, de la armada soviética no hubo tampoco noticias, pese que a cientos de comunistas les habían dicho que irían a la URSS.
Lo cierto es que el 28 de marzo había dos barcos anclados en el puerto de Alicante. Uno de ellos era el “Stanbrook”, un buque carbonero británico de 1.500 toneladas, que tenía la orden de cargar naranjas y azafrán. El capitán Archibald Dickson, abrumado por la tragedia, cambió el plan inicial de embarcar provisiones por el de evacuar civiles. De esta manera, el día 28 de marzo, al atardecer, partió hacia Orán con 2.638 pasajeros, una carga muy por encima de la capacidad del navío que le obligaba a navegar por encima de la línea de flotación. El otro era el “Maritime”, un buque el triple de grande que el anterior pero que, cuando zarpó varias horas después, sólo llevaba a bordo una treintena de personas, eran líderes socialistas de la zona y sus familias, para incredulidad y desesperación de la muchedumbre. Una insolidaridad que provocó una enorme polémica en la Agrupación Socialista de Orán. En Alicante quedaron, de esta manera, más de 15.000 refugiados atrapados en el puerto. Franco entrará en Valencia el 29 de marzo y el día 30 las tropas italianas aliadas en Alicante. El bloqueo marítimo franquista se haría efectivo con la llegada del crucero Canarias, el día 31 de marzo. Durante el escaso intérvalo en que este se produjo, entre el 28 y el 29 de marzo, saldrían aún: el mercante francés “Lezardieux”, desde el puerto de Valencia, el patrullero “V-31” desde Almería, y el petrolero “Campillo”, desde Cartagena, que sería oficialmente el último en partir del territorio español con republicanos hacia África.
No serían estos los únicos lugares desde donde partieron barcos en estas fechas. En Águilas, un pueblo costero de Murcia, una auténtica proeza aconteció protagonizada por pesqueros que partieron con destino a Oràn. Estos serían Los últimos en escapar de España.
Águilas, durante la guerra civil, no había tenido apenas episodios de represalias. El alcalde socialista, José Fernández Navarro, logró evitar que los presos de derechas encerrados en el recinto del Jabón fueran llevados a Cartagena en el Torpedero 14, como le reclamaban, salvándoles con ello la vida. Igualmente, advirtió al coronel Luis Pareja Aycuens, que se encontraba en la población, que se marchara porque el gobernador militar de Murcia había mandado la guardia de asalto para detenerlo. La nota oscura en este sentido fueron las muertes de Juan Mengual Navarro, miembro del partido radical afiliado a Falange Española, y Alberto Collado Ruiz, monárquico que ocupaba el puesto de subjefe en la compañía del ferrocarril. Habrá, del mismo modo, escasos incidentes en el municipio, pese a estar en estado de guerra, destacando el asalto a las iglesias y la destrucción de imágenes al principio de la contienda.
La ubicación geográfica de Águilas, en el ámbito del sureste peninsular, propició que hasta mediados de marzo no hubiera sido tomada la población, aunque se respiraba el ambiente de la derrota con la vuelta de numerosos soldados del frente que informaban de la situación. Los falangistas locales con miembros del partido radical comenzaron a redactar listas negras con los nombres más representativos del Frente popular, para cuando vencieran desquitarse. Las autoridades estaban planteando la huida cuando se precipitaron los acontecimientos. Todo empezó el 20 de marzo, cuando José Jiménez Ruano “El Lipa” se presentó en el despacho del líder socialista José Antonio Moreno, que era director de la compañía del ferrocarril, diciéndole que debía de marcharse pues aparecía con otros entre los nombres fichados por las derechas del pueblo.
Esta información marcó el inicio de la operación para escapar, que organizará la agrupación socialista de Águilas con el Frente Popular. La alternativa estaba en el mar. No era posible realizarla en barco mercante, por haberse retrasado la huida. Los últimos vapores en pasar por el puerto de Águilas fueron la balandra “Carmela Sánchez de Vera” (23 de marzo) y el paleobote “Antonio Acosta” (26 de marzo) que habían cargado carbón. La única opción que quedaba, pese al enorme riesgo que entrañaba, era utilizar los barcos de la flota pesquera.
El puerto había sido destruido por los bombardeos de la aviación italiana, aliada del bando nacional, por lo que se hacía necesario la búsqueda de otro lugar para hacer el embarque. La salida fue la noche del 27 de marzo y la mañana del 28, desde el Hornillo, ordenando a los patronos que se presentaran con sus embarcaciones. Los motores debían estar un tiempo encendidos para funcionar y algunos motoristas no aparecieron, por lo que la partida se demoró. Hubo quien se negó a hacerlo, siendo encañonado. Finalmente, la pérdida de tiempo provocó que empleados del ferrocarril que iban entre los que huían, por sus conocimientos de mecánica, comenzaran a arrancarlos, reparándose incluso algunos que no funcionaban bien. En su marcha, familiares y amigos fueron para despedirlos, repartiendo la agrupación socialista varios panes para la travesía. Se desprendieron de las armas, ya que las autoridades en Orán no las permitía. La bandera nacional, en aquel momento, ondeaba en el castillo, habiendo abandonado sus cargos las autoridades municipales. Era la última oportunidad que quedaba, por lo que no podían permitirse equivocaciones.
Los pesqueros empleados con base en Águilas fueron: “Ángel Rafael” de Jesús Soler Sánchez-Fortún, “el Garrio”, ”Los Dos Pacos” de José Gabarrón, “José e Isabel” de José Cáceres León, “Dos hermanas” de Antonio Gabarrón Sánchez-Fortún, “Largo Gabarrón”, “Diego” de Francisco León Yúfera, “El Hojalatero”, “Celia” de Francisco Ayora y Bartolomé Sánchez, “El Bogueta” y “Joven Dolores” de Fernando Paredes López. Habrá también dos de Calabardina: “Joven María” comprado por José Cano “El Minchi” para la colectividad de la Almadraba y “Amparo” de Juan Robles Mayor “El Gabina”. Eran barcos de pesca de bajura, dedicados al arte de la mamparra, de poco calado y con una eslora de seis a ocho metros. La construcción era de carácter artesanal, resultando frágiles para afrontar este cometido en mar abierto. El número de personas que podía viajar en cada uno, por estabilidad, era de siete a catorce tripulantes, dependiendo del tamaño. Los motores que tenían oscilaban entre los 8 HP de potencia del Brit y los 23 HP del Hanomag Lloyd. Les faltaba la fuerza suficiente para poder hacer el trayecto, por lo que surgieron complicaciones. Uno de los barcos, antes de salir, rompió el motor, no habiendo tiempo para poder repararlo, por lo que tendrá que ser remolcado ralentizando la marcha por el peso adicional. Como había temporal, soplaba un lebeche fuerte, la travesía de catorce horas se hizo en más de treinta. El “Joven María” quedó a la deriva varios días, al romperse el motor, resultando un incidente dramático porque carecía de víveres.
El número total de refugiados sería de unas cien personas, algunos huidos del frente de Andalucía entre los que estaban el coronel José María Galán, hermano de Fermín Galán. Había unos treinta aguileños, entre los que estaban: Jesús Belzunces Martínez “El Rayo”, José Largeteau Navarro, Andrés Navarro García “El Caseta”, Antonio Palma Vilar, Idelfonso Montoro Rubio, Rosendo Díaz, José Salas Cutillas, Antonio García Sánchez “El Paños”, Luis Salas Morales y José Antonio Moreno, todos de la Agrupación Socialista de Águilas, este último era uno de sus líderes locales. Otros eran masones, como Diego Rodríguez Molina. De Calabardina, de la cooperativa anarquista de la almadraba, estaban: Diego “El Garrumbo” y los hermanos Robles Mayor (Ginés, Juan y Pedro). Otros nombres que marcharon fueron Diego Navarro Morales “El Confitero”, Juan Hernández Ramos, Asdrúbal Guerrero, Ginés Muñoz “El de los platos”, Luis Carrillo Valdés, Miguel Munuera Sánchez, Diego Agulló “El alpargatero”, Gabriel Soto, Juan Muñoz Cegarra “El Malena”, Juan Carrillo López “El Campanero”, Antonio Rubio Hernández, José Valdés Mauricio, Francisco Díaz Gálvez, José Jiménez “El Chamarín”, Juan Martínez “El maquinista”, Antonio “El Gorrión” y José “El Chico”. Muchos de estos aparecían inscritos en la lista negra, por lo que de haberse quedado corrían peligro sus vidas. Esto se confirmó cuando con la ocupación de las tropas franquistas fueron asesinados José Antonio Giménez “El Quico”, que había sido comisario político, y Mariano Maldonado Sánchez, socialista concejal en la época de la República y redactor del semanario oficial del partido “Trabajo”.
Habían sido los últimos republicanos en abandonar la península. La entrada de los regulares de Navarra que ocupara la población tuvo solo lugar dos días después de partir. En Orán, las autoridades los internaron en campos de refugiados. Algunos se trasladarán posteriormente a Marruecos o a Túnez. Hubo un grupo entre los que estaban José Lagarteau, Andrés Navarro “El Caseta” y José Antonio Moreno, que eran ferroviarios, que montaron un taller mecánico y después de la muerte de Franco lo vendieron para volver. Muchos continuarán en política, integrándose dentro de las distintas agrupaciones socialistas de españoles en el exilio: Jesús Belzunce en la U.G.T de Casablanca, José Lagarteau en la U.G.T y P.S.O.E de Casablanca, Andrés Navarro en UGT y PSOE de Casablanca, Antonio Palma en UGT de Orán, Idelfonso Montoro Rubio, PSOE y de la UGT primero en Argelia y posteriormente en Casablanca. Antonio García Sánchez (PSOE y de la UGT de Casablanca). José Antonio Moreno incluso ocupará cargos de responsabilidad, fue vocal suplente del Comité Director del PSOE en el exilio por la zona 11ª (Túnez y Marruecos) habiendo formado parte del PSOE de Bizerte (Túnez) al que representó en el II Congreso del PSOE en el exilio celebrado en 1946 y luego en el PSOE de Casablanca .
La independencia de Argelia (1962) hizo que algunos marcharan a Francia, a la metrópoli o Marruecos, que era una posesión francesa, muriendo lejos de su pueblo. Otros tendrán la posibilidad de volver a Águilas durante la dictadura o con la muerte de Franco. No obstante, todos ellos habían sido protagonistas de una hazaña que marcaba el epílogo de la guerra civil.