El solsticio de verano (del latín sol “Sol” y sistere “permanecer quieto”) es el principal momento del curso solar anual. La tierra alcanza el punto de su órbita en el que, debido a la inclinación del eje del planeta, el Polo Norte se encuentra más cerca del Sol, por lo que el planeta recibe más horas de luz siendo el día mas largo del año. Los distintos pueblos, desde la antigüedad, han celebrado con hogueras la noche del solsticio cuando el poder de las tinieblas tiene su reinado más corto. En las celebraciones celtas de Bealtaine o Beltane “Buenfuego” en mayo, que marcaban el comienzo de verano para el ganado cuando se llevaban a los altos pastos, se hacían hogueras en las montañas y colinas de paso. Los griegos, en las fiestas consagradas a Apolo en el solsticio de verano, encendían fuegos purificados. Por su parte, los romanos dedicaban a la diosa Minerva fiestas con fuegos, donde había costumbre de saltar las llamas. El cristianismo recogió estas costumbres incorporándolas dentro de su calendario litúrgico, haciendo hogueras en honor de San Juan, no habiendo podido acabar con las antiguas creencias paganas que había.
Numerosos son los rituales de la noche de San Juan. La principal tradición consiste en hacer las denominadas lumbrerás. En el pasado se encendían por todo el pueblo, destacándose las que ponían en los cabezos o el castillo, rodeando el pueblo desde las alturas, pareciendo que todo ardía en la noche creándose una estampa imponente. En el campo también había hogueras, haciendo sonar la caracola al prenderlas. Las usaban avisando que iban a quemarlas para que todos lo fueran haciendo a la misma vez, no parando de tocarlas mientras ardían. El sentido principal del bramido de las caracolas era para alejar los malos espíritus. Igualmente los fuegos tenían este sentido, además de purificar. Había que saltarlas para tener buena suerte o evitar padecer dolencias. Las veces que se realizaba el salto para conseguir protección eran siete o nueve veces, debiendo hacerlo las mujeres que estaban solteras si querían marido. Indicar que también se hacían danzas y cantos alrededor del fuego. Una composición popular que se decía mientras se saltaba era la siguiente:
Te salto hoguera del Señor San Juan para que no me pique bicho, culebra, ni can
A los niños les advertían sus madres que no lo hicieran o se orinarían en la cama, siendo un recurso que usaban por el peligro de acercarse al fuego.
Había multitud de creencias relativas a esta noche. La mujer que quería saber el nombre de su futuro marido, debía dejar una zafa o lebrillo con agua a las doce en el alféizar de su ventana. Por la mañana, cuando se levantaba lo tiraba y el nombre del primer hombre que pasara por su lado, así se llamaría su compañero de por vida. Igualmente las que deseaban ver el rostro de su amado ausente, solo tenían que poner un barreño al sereno, apareciendo la cara del querido o futura pareja en la quieta superficie. Las predicciones también estaban para saber la profesión de su esposo. Para esto se echaba plomo fundido en un recipiente con agua, según la forma que adoptase se podía interpretar la profesión. Igualmente podía utilizar un huevo fresco de gallina. Por otro lado, si deseaba saber si se casaría pronto, tenía que tirarse tres veces una zapatilla al aire a las doce de la noche, si a la tercera caía con la suela hacia abajo, era seguro de que la interesada no llegaba hasta el siguiente San Juan estando soltera. La fortuna durante el matrimonio también podía conocerse. Lo que se hacía para esto era coger tres habas que se ponían debajo de la almohada. De éstas había una pelada (que representaba pobreza absoluta), otra a medio mondar (un cierto desahogo) y una entera con cáscara (riqueza y felicidad). Pasada la noche, sin mirar lo que se hacía, se cogía una de ellas, siendo según la elección el futuro. Indicar que los hombres también hacían pronósticos. Había que irse la víspera de la noche de San Juan a una higuera negra para cortar el número de hojas igual a las mujeres en que estuviera interesado, luego se enterraban durante la noche, correspondiéndose cada una con un nombre de mujer, al amanecer se miraban dichas hojas y aquella que se conservaba recta era quien pensaba en ti, porque las otras se secaban. Los diversos rituales que se han descrito presentan coincidencias con los de otras áreas del sureste (Valencia, Murcia, Andalucía) habiendo tenido vigencia en el sustrato cultural rural hasta mediados del pasado siglo XX.
Uno de los elementos imprescindibles en las prácticas que se hacen en esta noche es el agua. El culto al agua tiene durante esta celebración unas de sus manifestaciones más visibles. Desde una interpretación de carácter simbólico, que se asociaría con la purificación, junto con los ceremoniales del fuego y las creencias en el poder curativo de las abluciones, son los rituales más antiguos de la humanidad. El cristianismo lo recogió con el sacramento del bautizo. En la medianoche de San Juan, si se quiere asegurar prosperidad, habría que entrar de espaldas al mar, saltando siete olas para poder eliminar energías negativas o nueve para aumentar la fertilidad. Otro procedimiento consistía en tirar una moneda o una rama de tomillo o romero para que se concedan uno de los tres deseos que pidas. Igualmente se emplean manzanas para tener buena salud. Otro de los rituales de la fiesta de San Juan consistía en darse un baño por la noche o en el amanecer, para espantar los malos espíritus, teniendo además propiedades curativas por la intercesión del santo. Igualmente, se decía que se conservaba la belleza un año más, para ello había que sumergirse doce veces para que tuviera efecto, no pudiendo mirarse en ningún espejo hasta el amanecer para que esto se cumpliera. De la misma forma, dejando un recipiente con agua en la ventana tapado con un paño blanco, para luego al amanecer lavarte la cara al despertarte, se pensaba que servía como remedio para rejuvenecer la piel. El agua que se utilizaba era traída de unos de los caños que surtían al pueblo.
No solo habían pronósticos, también se multiplicaban las propiedades benéficas de los vegetales .Esta fiesta era cuando debían cogerse las plantas (tomillo, romero) para hacer filtros medicinales o pócimas, por tener la bendición del santo. Pero debía hacerse la recolección antes de que el sol del alba las iluminara, o no valdrían. La magia del ambiente también atraía a las fuerzas malignas diciéndose que en la Torre de Cope las brujas se reunían para efectuar sus filtros y conjuros. Había aún más cosas que sucedían esta mágica noche. Las abejas, al amanecer de San Juan, era el único momento que podían libar el néctar de la vistosa flor del baladre, que es una planta venenosa. Los que veían florecer la hierbabuena en esa noche, sin decírselo a nadie, tendrían suerte. Estaba también la costumbre de plantar las higueras en San Juan, porque con ello se aseguraba que el tallo agarrara sin problemas. Las higueras eran protagonistas de un curioso ritual curativo. Los niños que estaban herniados, tenían que llevarse a una higuera silvestre cuando fueran las doce de la noche para sanarlos. Para obtener éxito, había que buscar para que participara una mujer que se llamara María y dos hombres, uno que tuviera de nombre Pedro y otro que fuera Juan. Indicar que algunos relatos hablan de hasta tres Marías. Decir también que en algunos casos se apunta que estas personas debían ser familia del infante. Lo que se hacía después, era que una de las Marías tenía que quebrar una rama. En aquel momento Juan levantaba al niño, mientras una curandera invocaba, mediante oraciones, al Divino Poder con todas sus bendiciones para que intercediera con su gracia. Entonces, Pedro tomaba en brazos al niño que iba pasándoselo a Juan por encima de la rama quebrada, situándose una María a cada lado mientras iban cruzándose unas palabras.
-Tómalo Juan
-Dámelo, Pedro
-«Quebrao» te lo doy
-sano lo quiero
La fórmula era repetida hasta tres veces, habiendo otra versión que se usaba.
-Tómalo Juan
-Tómalo Pedro
-Tómalo malo
-Dámelo bueno
Mientras esto sucedía la curandera se encargaba de ligar la rama con guitas y barro. Si ésta volvía a unirse sin que se secara, el niño sanaría también. En el caso de que esto sucediera, la curación se produciría al mismo tiempo que la rama.
La noche de San Juan iba acompañada de fenómenos insólitos. Los griegos consideraban que en los solsticios se abrían puertas de comunicación entre los dos mundos. Eran días en que las deidades estaban libres. Las historias hablan en esta fecha de apariciones de entidades como son las encantadas o moros guardianes, de desapariciones misteriosas, ver visiones o escuchar sonidos fantasmales. Igualmente podían romperse algunos encantamientos. Indicar que de esta naturaleza tenemos en nuestro entorno varias leyendas. Una se desarrolla en el cerro de la Yegua Blanca. Esta cima tiene una gran piedra de color blanca que recuerda, según la imaginación popular, a una yegua que está subiendo las estribaciones del Lomo Bas a la altura de Pinilla. Según se dice, en esa noche pueden oírse unos relinches porque un caudillo moro, para que no le quitaran sus riquezas, escapó a caballo con su amada, haciendo un encantamiento cuando iban a ser alcanzado, convirtiéndose ambos en piedra. Igualmente se cuenta que en la Peñarubia, en el conocido como “Pozo de la mora”, cada cien años una encantada se presenta al que se encuentre en el lugar, peinando sus largos cabellos rubios y preguntando que si le parece más bonito su peine de oro o ella. La elección siempre es el rico abolorio, con lo que desaparece la infortunada al no romperse el hechizo que la cautiva. En Tébar, esto mismo ocurre al pie de la torre, frente a una antigua balsa, donde un mago embrujó a la hija de un caballero por rechazarlo. La desdichada se aparece cada siglo acicalándose, recibiendo por respuesta del interlocutor al que se presenta que prefiere el rico complemento, continuando por ello su cautiverio desapareciendo mientras lamenta su destino.
Las brumas de la mañana darán término a la mágica noche de San Juan con todos sus misterios que se mantendrán ocultos nuevamente durante un año.