La actual idiosincrasia aguileña bebe, a mi modo de ver, de cuatro fuentes de inspiración, cuatro líneas genéticas que nos diferencian del resto del mundo: la historia y patrimonio de Águilas, el Carnaval, el estadio de fútbol El Rubial y Paco Rabal. Son cuatro activos que enriquecen nuestra cultura y nos influyen en nuestra forma de encarar la vida, que nos definen dentro de este mundo global y que nos hacen sentir especiales. Aquí no cuento el sol y la playa, que merecería un capítulo aparte y, además, ya nos vino dado por la naturaleza.
Un pueblo como el nuestro que pretende vivir del turismo debe tener claro que estas señas de identidad son su mayor reclamo publicitario. No hay mejor promoción que presumir de lo que eres. Y, además, presumir exageradamente, que el foráneo se deslumbre de nuestra vanidad. Y aquí no tengo claro que hayamos hecho las cosas del todo bien, seguramente porque nunca encontramos este punto de partida. Siempre tengo esa sensación de que las expectativas futuras son de salida de caballo inglés pero que acaban en parada de burra manchega.
Sobre la historia y patrimonio de nuestro pueblo se han hecho cosas, como la musealización del castillo, pero de los romanos hacia acá hay pringue para hacer un buen cocido. Se hacen cosas sin un hilo conductor que las case. Un poco por allí, otro poco por allá, pero… Seguramente el Carnaval es donde más esfuerzo, emocional y económico, se derrocha en presentarnos al mundo. Su contenido sin duda merece la distinción de Interés Turístico Internacional pero la organización de la gran fiesta aguileña no está pensada para sacarle el máximo rédito. Tenemos todo lo necesario para crear una fértil industria alrededor del carnaval, pero ni siquiera podemos presumir de su polvoriento, descontextualizado y ridículo museo. Para hablar de El Rubial simplemente citaré a Pedro Morata, a propósito de su fracasado proyecto de remodelación: “si Cataluña tuviera el campo de fútbol más antiguo de España lo envolverían en celofán y lo usarían para pedir la independencia”.
Pero hoy me quiero centrar en Paco Rabal. Hace unos días inauguré en mi restaurante una estatua del actor aguileño, motivo para sacarlo hoy a la palestra y preguntarse si hemos hecho lo suficiente con la gran figura de nuestra reciente historia. Lola Flores, que no fue cualquier cosa, dijo de él que era un superhombre. Yo digo que fue el Marlon Brando del cine español. Porque más allá de ser un hombre del pueblo, humilde y sencillo, Paco Rabal es de los mejores actores de la historia del cine español. Y punto. Y es nuestro, de Águilas. Y se me llevan los demonios cuando veo que la leyenda que hemos forjado alrededor suya se reduce a una boñiga de calle (por su tamaño), al nombre de la Casa de la Cultura, a una estatua en mitad del campo y a un magnifico certamen de teatro aficionado que, sin embargo, me parece insuficiente cuando hablamos de Dios.
Quiero imaginarme que un día la primera planta del auditorio será un espacio para un espectacular museo dedicado a su persona, erigido por profesionales dedicados a este tipo de proyectos que construyan un relato biográfico en torno al innumerable material que conserva la familia. Benito, su hijo, me dijo que guardaba la correspondencia que mantenía su padre con Alberti o con Buñuel, o la escritura de la sociedad que creó junto a Berlanga. Porque Paco Rabal, que no nos distorsione nuestra memoria, además de gracioso y bebedor de vino, sobre todo era un hombre de la Cultura, admirado y venerado por todos.
Quiero imaginarme también que, por ejemplo, en la explanada del propio auditorio se celebre algún día un festival de cine con su nombre, dirigido por Benito Rabal (no se me ocurre mejor idóneo), que ponga a Águilas en el mapa cultural español. Parecen sueños utópicos de un pueblerino en una melancólica noche de verano, pero quien no piensa a lo grande no llegará a conseguir cosas grandes. En soñar con las estrellas Paco Rabal también fue un ejemplo.
Al final de lo que hablo es de contarle al visitante cómo es nuestra historia y quiénes somos a través de un proyecto común, organizado y feliz que relate al espectador nuestra crónica vital de una forma entretenida y contextualizada. ¡Qué se fascinen de nosotros! Que nadie vuelva a decir que se aburre en Águilas. Si el turista conociera a Paco Rabal jamás nos olvidaría. Muchas veces me da la impresión de que cuando hablamos de nuestro pueblo no sabemos si estamos a setas o a rolex. Lo único que sé es que invertir en lo nuestro es lo más rentable que hay.
Foto: RTVE